LOS AMERINDIOS DEL DELTA DEL MISISIPI A LA LLEGADA DE LOS ESPAÑOLES.
“Desde la isla de Mal Hado, todos los indios que hasta esta tierra vimos, tienen por costumbre desde el día que sus mujeres se sienten preñadas no dormir juntos hasta que pasen dos años que han criado los hijos, los cuales maman hasta que son de edad de doce años; que ya entonces están en edad que por sí saben buscar de comer. Preguntámosles que por qué los criaban así, y decían que por la mucha hambre que en la tierra había, que acontecía muchas veces, como nosotros veíamos, estar dos o tres días sin comer, y a las veces cuatro; y por esta causa los dejaban mamar, porque en los tiempos de hambre no muriesen; y ya que algunos escapasen, saldrían muy delicados y de pocas fuerzas; y si acaso acontece caer enfermos algunos, déjanlos morir en aquellos campos si no es hijo, y todos los demás, si no pueden ir con ellos, se quedan; mas para llevar un hijo o hermano, se cargan y lo llevan a cuestas.
“Todos éstos acostumbran dejar sus mujeres cuando entre ellos no hay conformidad, y se tornan a casar con quien quieren; esto es entre los mancebos, mas los que tienen hijos permanecen con sus mujeres y no los dejan, y cuando en algunos pueblos riñen y traban cuestiones unos con otros, apuñéanse y apaleánse hasta que están muy cansados, y entonces se desparten; algunas veces los desparten mujeres, entrando entre ellos, que no hombres no entran a despartirlos, y por ninguna pasión que tengan no meten en ella arcos ni flechas, y desde que se han apuñeado y pasado su cuestión, toman sus casas y mujeres, y vanse a vivir por los campos y apartados de los otros, hasta que se les pasa el enojo; y cuando ya están desenojados y sin ira, tórnanse a su pueblo, y de ahí adelante son amigos como si ninguna cosa hubiere pasado entre ellos, ni es menester que nadie haga las amistades, porque de esta manera se hacen; y si los que riñen no son casados, vanse con sus vecinos, y aunque sean sus enemigos los reciben bien y huelgan mucho con ellos, y les dan de lo que tienen; de suerte que cuando es pasado el enojo, vuelven a su pueblo y vienen ricos.
“Todo es gente de guerra y tienen hasta astucia para guardarse de sus enemigos, como tendrían si fuesen criados en Italia y en continua guerra. Cuando están en parte que sus enemigos los pueden ofender, asientan sus casas a la orilla del monte más áspero y de mayor espesura que por allí hallan, y junto a él hacen un foso, y en éste duermen.
“Toda la gente de guerra está cubierta con leña menuda, y hacen sus saeteras, y están tan cubiertos y disimulados que aunque estén cabe ellos, no los ven, y hacen un camino muy angosto y entra hasta en medio del monte, y allí hacen lugar para que duerman las mujeres y niños; y cuando viene la noche encienden lumbres en sus casas para que si hubiese espías crean que están en ellas, y antes del alba tornan a encender los mismos fuegos; y si acaso los enemigos vienen a dar en las mismas casas, los que están en el foso salen a ellos y hacen desde las trincheras mucho daño, sin que los que de fuera los vean ni los puedan hallar; y cuando no hay montes en que ellos puedan de esta manera esconderse y hacer sus celadas, asientan en llano en la parte que mejor les parece, y cércanse de trincheras cubiertas de leña menuda, y hacen sus saeteras, con que flechan a los indios, y estos reparos hacen para de noche.
(…)
“También quiero contar sus naciones y lenguas, que desde la isla de Mal Hado hasta los últimos hay. En la isla de Mal Hado hay dos lenguas; a los unos llaman de Caoques, y a los otros llaman de Han.”
Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca y relación de la jornada que hizo a la Florida con el adelantado Pánfilo de Narváez, Edición de Blas Matamoro, Barcelona, 1988, pp. 84-87.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.