LOS AGITADOS ESTADOS UNIDOS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

25.03.2015 06:52

                

                Tras la II Guerra Mundial los Estados Unidos más oficiales acentuaron a conciencia el perfil más conservador de su Historia, recluyendo la Revolución a los gloriosos días de la independencia, cuando unos sensatos prohombres articularon un sistema político estable y liberal. La colonización del Oeste y las oportunidades brindadas por la joven república a los recién llegados del otro lado del Atlántico en el siglo XIX hicieron factible que muchos encontraran la felicidad en esta nueva Tierra de Promisión.

                En un mundo así era imposible la agitación revolucionaria que carcomía a la vieja Europa, dominada por tiranos de vista corta y sobresaltada por imprudentes demagogos. Sin embargo, las luchas sociales también existieron en los Estados Unidos.

                En 1829 llegó a la presidencia un tipo que había ganado celebridad en los combates contra los británicos, los españoles y los pieles rojas en la frontera, Andrew Jakson, un demócrata con el que se puso el acento en la ampliación de los derechos civiles y políticos a capas más amplias de la población, las del hombre común lejano de las residencias aristocráticas donde se hablaba de política con soltura. Ya en 1828 existía un Partido de los Trabajadores favorable al cambio.

                                                    

                Entre 1830 y 1860 estallaron importantes disturbios en la fachada atlántica de la república angloamericana, coincidiendo con notables oleadas revolucionarias en toda Europa como las de 1830 y 1848, en las que se plantearon vivos problemas de reivindicación social y nacional.

                Las ciudades, pese a suponer el quince por ciento de toda la población, ejemplificaron a la perfección esta época de agitación con sus capas de población desheredada, fuerte inmigración, carencia de servicios sociales, altos niveles de delincuencia y violencia intensa.

                Los debates del entorno urbano en busca de un mundo mejor, más acorde con el idealismo liberal, se transmitieron al paisaje rural, donde aún pervivían fuertes resabios del pasado colonial. En el interior del Estado de Nueva York los grandes propietarios imponían su ley en muchos aspectos y en 1839 sus arrendadores se alzaron contra las abusivas condiciones que les imponían, más cercanas a su juicio al feudalismo que al de un contrato económico libre entre iguales. Los conflictos agrarios no sólo conmovieron a los países de Europa.

                En 1842 se discutió abiertamente de política en Rhode Island al cuestionar Dorr su sistema excluyente. El adalid de la causa de los derechos civiles y políticos cayó, pero su lucha no fue vana.

                                

                Las condiciones sociales y políticas de los trabajadores, el incipiente proletariado de los Estados Unidos, también originaron notables disputas, llevándose a cabo distintas huelgas de importancia desigual. La más sonada fue la iniciada por los zapateros de la localidad de Lynn en Massachusetts (1860), que se extendería por el Estado de Nueva York en vísperas de la Guerra de Secesión.

                Como puede verse en esta enunciación se encuentran ausentes los conflictos ocasionados por la explotación esclavista en el Sur, que tampoco contribuyen a ofrecer una imagen idílica de la sociedad estadounidense precisamente.

                Muchas veces estas tensiones propiciaron la aparición de unas ideas antitéticas de las declaraciones de derechos individuales, exaltándose de forma xenófoba unas supuestas virtudes patrias en relación a la invasión de los inmigrantes llegados de tierras como Irlanda. El catolicismo fue juzgado de fuerza extranjera que ponía en riesgo la independencia de la joven nación protestante, en la que florecía la paranoia de las conspiraciones masónicas y el integrismo religioso.

                Los Estados Unidos surgieron incidentalmente de un círculo oligárquico empapado de los principios de la Revolución Inglesa de 1688 y cuando se diversificó su sociedad a lo largo del siglo XIX alumbraron dos tendencias que periódicamente han resurgido hasta el presente, la de la América progresista que se siente impelida a transformar el mundo y la de la América conservadora que se escuda en el recuerdo de la Arcadia puritana. Ambas son hijas de la misma sociedad.