LEYENDAS DE GUATEMALA O LA CONQUISTA LÍRICA HISTORICISTA.
En 1930 el mundo recibió un regalo, las Leyendas de Guatemala, magia literaria de colores chillones para el sombrío siglo XX. Fueron más que merecidos los aplausos tributados por modestos lectores y creadores excelsos.
A doce de octubre venimos en celebrar el destino de un viaje, cuyo punto de llegada se fijó en Asia y que inició otro viaje que todavía dura, el de la lengua española en las Américas, cuyos conquistadores llevan nombres como el de Miguel Ángel Asturias. El guatemalteco hizo honor a su españolidad y a su indianidad, a su humanidad mestiza que desafía a todo fanatismo. Empleó la palabra para introducirse en la realidad esquiva de las cosas de un país complejo.
Guatemala es el mestizaje hecho país, un inmenso tell de estratigrafía extensa comenzada mucho antes de la llegada de los españoles. Diferentes ciudades representan a cada uno de sus estratos, capaces de fundirse en un todo, en un país sensual e insinuante.
Don Miguel Ángel no idealizó lo prehispánico ni denigró lo colonial. Quiso conocer a las personas más allá de las máscaras del prejuicio. Los mayas con sus tradiciones religiosas y con sus acendrados usos los españoles se muestran igual de crípticos, igual de elocuentes.
Las Leyendas de Guatemala no quieren ser un pastiche folclorista que contente a los padres de la patria. Sus flechazos líricos son rayos iluminadores de la conciencia. Huye de la tediosa descripción de ambientes y de las explayaciones facilonas de erudición, que sólo aportan obviedades de manualito. No hay atisbos de la plaga de la novela histórica de los Ken Follett, que reducen la aportación cervantina a un diálogo insulso y pedante. Quien quiera informarse con rapidez de opositor con ínfulas sobre los mayas, que busque otros libros.
¿Son ahistóricas las Leyendas? ¿Un pretexto para experimentar con la paleta de colores del idioma? Más bien son historicistas. Las personas no se definen por su rango en el fondo, por muy encumbradas que parezcan, sino por sus recuerdos, en los que los sentimientos tanta importancia tienen. Sin la verdad del amor el gran Kukulkan sólo es un fantoche que flota en el vacío del tiempo, cuyo movimiento diario nos ofrece la ilusión de una vida, que en el fondo es calderoniano sueño.
Los dioses, guerreros, amantes, inquisidores, monjas y humanizados animales como el desinhibido guacamayo somos nosotros, los seres humanos anonadados ante las vivas sensaciones del mundo y a las que al final plantan cara. La poesía pura del genial guatemalteco nos introduce de lleno en un país y en unos tiempos que ya nunca consideraremos ajenos. Al componer el más bello poema del historicismo, el que considera contemporánea toda Historia, don Miguel Ángel sublima la más interesante función de la historia, la de comprendernos a nosotros mismos. Es así como se puede convertir en nuestra guía de perplejos.
El conquistador de la palabra española también prosigue la conquista del pensamiento que reflexiona sobre la condición humana desde 1492. El mestizaje respondió afirmativamente a la común humanidad de todos los descendientes de Adán y Eva, y las Leyendas de Guatemala la proclamaron en vísperas del horror nacionalsocialista.
Hoy no celebramos simplemente una hazaña marinera, sino cultural, la de la globalización mestiza que habla en español, enunciada por los primeros cronistas de Indias y sublimada por capitanes como Borges, Sábato, García Márquez, Vargas Llosa, Cabrera Infante, Uslar Pietri o Asturias.
Carmen Pastor Sirvent y Víctor Manuel Galán Tendero.