LAS SUBVERSIVAS COMPAÑÍAS DE ORDENANZA DEL REY DE PORTUGAL.
Los portugueses acariciaron la idea de dominar las tierras marroquíes en el siglo XV y tras la conquista de Ceuta en 1415 hicieron diversos intentos, no todos coronados con el éxito. Cuando en 1495 Manuel I llegó al trono, las naves de Portugal ya habían doblado el cabo de Buena Esperanza y se aprestaban a proseguir ruta hacia Asia. Aquel rey, llamado el Afortunado, no abandonó la empresa norteafricana y aspiró a entablar relaciones con el mítico Preste Juan con vistas a la conquista de Tierra Santa. Su pensamiento mesianista fue parejo al del cardenal Cisneros en España.
Los caballeros e hidalgos portugueses combatieron con bravura en el Norte de África, pero según los cánones de la frontera medieval hispana, con expediciones o cabalgadas de saqueo para minar la resistencia del enemigo y ganar nombradía. Varones emprendedores, más de uno formó bajo las banderas de don Gonzalo Fernández de Córdoba en sus campañas italianas, donde lucharon al modo suizo, el de las formaciones de infantería de piqueros fuertemente disciplinados. Tales unidades, bien capaces de combinar armas blancas y de fuego, fueron uno de los pilares de la llamada revolución militar que cambiaría los campos de batalla de la Europa Moderna.
A Manuel I se le ha considerado proclive a España, a diferencia de su más receloso cuñado y predecesor Juan II. A su proceder contra los sefardíes se añadiría una mayor receptividad hacia las novedades militares llegadas de allí, según algunos historiadores.
En 1505 se crearon las compañías de alabarderos o de gentes de ordenanza, según la segunda tendencia indicada. Un veterano del Gran Capitán como Cristóväo Lietao las instruyó, recibiendo un salario de doscientos ducados por ello. Su trabajo junto el de otros fue bastante eficaz y en 1508 se decidió probar la nueva fuerza en batalla.
Se encomendó su capitanía general al diestro don Nuno Manuel y unos 2.500 soldados de infantería demostraron su capacidad ante las plazas marroquíes de Azemmour y Arzila. Los resultados animaron a contratar más mercenarios duchos en esta forma de combatir y en 1513 se emprendió una gran campaña.
Un convencido de estas fórmulas novedosas, el duque de Braganza don Jaime (cuya relación con Juan II había sido tempestuosa) se puso al frente de una expedición de 400 barcos y 18.000 hombres para conquistar Azemmour, que se había negado a proseguir pagando tributo a Portugal. En las operaciones participó Fernando Magallanes y el primero de septiembre de 1513 la plaza volvió a la esfera portuguesa.
Con todo, la manera suiza no contó con la aprobación de todos los combatientes portugueses. No siempre se empleaban los piqueros de igual modo, con lo que la imposición de la disciplina era desigual y daba pie a deserciones. Se ha destacado que no pocos infanzones y escuderos vieron con escasa satisfacción el ser desmontados para formar junto a hombres de otra condición social. Lo cierto es que en 1515 un preocupado Manuel I anuló estas formaciones, que se trataron de revivir en 1526-27. Las compañías de ordenanza habían probado los límites de la sociedad portuguesa de comienzos del siglo XVI.
Bibliografía.
Jean Aubin, “Le capitaine Leitäo: Un sujet insatisfait de D. Joäo II”, Revista da Universidade de Coimbra, 29, 1983, pp. 87-152.
Víctor Manuel Galán Tendero.