LAS RIQUEZAS DEL PRIMER REY DE ARAGÓN.

11.07.2018 10:25

                Ramiro I, hijo de Sancho el Mayor de Pamplona, ha sido considerado el primer rey de Aragón, entonces un enclave pirenaico. Sumó a sus dominios en el 1045 Sobrarbe y Ribagorza. Murió en el 1063 de resultas de un combate con los musulmanes de Zaragoza. Años antes, en el 1059, había hecho su primer testamento, pues la enfermedad le había alcanzado en Anzánigo. Ramiro expresó entonces sus devociones e hizo públicos sus bienes para transmitirlos a sus herederos.

                Fue un gobernante responsable de sus deberes y un rico propietario al mismo tiempo. Consideró Aragón su tierra, asociada a un honor o autoridad pública, del que no se podía disponer libérrimamente. Tenía que respetarse la línea sucesoria de su familia y se preveía una especie de regencia en caso de minoridad de edad, la de la bailía, indicativa de la aparición de una embrionaria administración que pudiera ir más allá del círculo real estricto. Los barones o señores aragoneses deberían asistir al monarca, pero también podrían decidir sobre el titular del reino en caso que su hija Teresa no tuviera marido. Tal fue el punto de arranque del poder de los nobles, magnificado por el llamado fuero de Sobrarbe.

                El batallador Ramiro hizo de la guerra una actividad lucrativa, al modo de los hombres del siglo XI. La desmembración del califato de Córdoba había rendido pingües oportunidades de lucro a muchos guerreros de la Hispania cristiana, saqueando o cobrando buenas soldadas como mercenarios de los musulmanes en liza. A la caída del poder califal, el rico valle del Ebro se encontraba en manos de Sulayman ibn Hud al-Mustain, antiguo comandante del ejército de Al-Mansur que se había hecho con el título de emir allí. Acechado por distintos enemigos, recurrió a los mercenarios cristianos.

                Sancho, el hijo de Ramiro, emprendió tal camino en sus años de juventud o de lozanía para ganarse prestigio y riqueza, según reconoció el testamento del 1059. Era una válvula de escape a las tensiones entre padres e hijos, pero también un riesgo para la sucesión y estabilidad del joven reino. Finalmente, Sancho Ramírez se sentaría en el trono aragonés.

                Ramiro, no obstante, pudo presumir de un buen patrimonio de bienes muebles, de los que podía disponer con completa libertad.

                En un primer grupo incluyó vestiduras, coberturas de caballo, vasos, platos y fuentes, elaborados en oro, plata, cristal, marfil, jade o madera. La atracción por los objetos de procedencia andalusí era considerable, y tendría importantes consecuencias sobre la evolución artística aragonesa. Ramiro dividió en tres partes tal conjunto. Uno para el monasterio de San Juan de la Peña, otro para atender distintas necesidades de un reino en guerra (liberación de cautivos, tendido de puentes y construcción de castillos), y un tercero para otros monasterios, San Pedro de Roma y Santiago de Compostela. Ramiro quiso cuidar su imagen exterior a través de estas donaciones. De todos modos, estos bienes permanecerían durante un año en el mismo San Juan para poder ser redimidos por su hijo. El dinero se distribuiría de la manera indicada.

                A Sancho, temiendo que se apropiara de lo anterior, se le reservaron las armas de caballería como las espadas, espuelas y sillas de plata, frenos y yelmos, sin olvidar los caballos y mulos. Toda una invitación a proseguir batallando y conseguir riquezas por uno mismo.

                Del ganado (yeguas, vacas y ovejas) y de las cosechas, recolectadas o no, concediéndose la mitad al mismo Sancho y otra a la salvación del alma de Ramiro, el más preciado bien del primer rey de Aragón si atendemos al tenor del testamento.

                A mitad de camino entre la obligación hacia la tierra y honor y la libre disposición se encontraba la concesión de determinados bienes territoriales asociados a un monasterio. A su hija Teresa entregó Santa María de Santa Cruz de la Serós, junto a villa de Arresa, y el monasterio de Santa Eulalia. Santa María de Fontfrida, que encontró desierta, a su reverenciado San Juan, que obtuvo igualmente los monasterios de San Martín de Cillas y San Esteban de Oraste, al no poder otorgarle villas. Aquí aparece el carácter público y privado, según los estrictos criterios de nuestra época, de un guerrero del siglo XI.

                Fuente.

                IBARRA, E., Documentos correspondientes al reinado de Ramiro I, Zaragoza, 1904, Documento XCV, pp. 155-158.

                Víctor Manuel Galán Tendero.