LAS OPERACIONES ALEMANAS PARA CONQUISTAR GRAN BRETAÑA. Por Gema Valero Trujillo.
La Operación León Marino pretendió la invasión alemana de Gran Bretaña en 1940, cuando el III Reich había ocupado Polonia, Dinamarca, Noruega, Luxemburgo, los Países Bajos, Bélgica y Francia. Los Estados Unidos, pese a la preocupación en ciertos sectores de su gobierno y de su sociedad, se mostraron remisos a involucrarse entonces en la guerra y la URSS era entonces una aliada de la Alemania nazi.
Hitler destacó en dos grandes grupos una poderosa fuerza de 90.000 soldados y 650 carros de combate. Miembros de las SS y de la Unión de Fascistas Británicos sembrarían el caos en la retaguardia británica. En el pasado las islas Británicas se habían escudado tras su poderosa fuerza naval, pero ahora el desarrollo de la aviación parecía posibilitar lo que habían pretendido los conquistadores del pasado. La fuerza aérea alemana se encargaría de acabar con la británica, lo que abriría las puertas al desembarco alemán.
El premier Churchill dijo con laconismo: “La batalla de Francia ha terminado. Supongo que la batalla de Inglaterra está a punto de empezar.” Los británicos, conscientes de la trascendencia de su resistencia, opusieron una tenaz oposición en los cielos, sin dejarse abatir por los estragos de los bombardeos enemigos.
Además de la RAF, su fuerza aérea, los británicos contaron con la infantería que quedaba en las Islas, la salvada del desastre de Dunkerque y la precaria milicia local. Dispusieron su artillería costera, modificaron todos los vehículos que pudieron para entrar en campaña, dispusieron trenes militares, habilitaron barreras defensivas y avionetas.
No se tuvo que combatir en suelo británico y el gobierno de Londres no solo recibió la asistencia de los países de la Commonwealth (Canadá, Nueva Zelanda, Australia o Sudáfrica), sino también de unos Estados Unidos que fueron enviando ayuda de manera confidencial.
El 12 de octubre de 1940 Hitler canceló oficialmente el plan, pero no desistió de la conquista de Gran Bretaña y sus submarinos atacaron la navegación británica y de sus aliados en el Atlántico, donde sus lobos marinos terminarían siendo rechazados gracias al empleo del Radar y al agrupamiento de convoyes.
A medida que la Operación León Marino iba perdiendo empuje y la dominación de las comunicaciones imperiales británicas se iba demostrando fundamental para cimentar la resistencia insular, se plantearon otras alternativas, más indirectas, como la toma del Peñón de Gibraltar.
La España de Franco, que había recibido la ayuda nazi durante la Guerra Civil, se sintió atraída por las conquistas del III Reich y algunas voces dentro del régimen soñaron en recuperar la grandeza imperial española. Gibraltar, perdido durante la guerra de Sucesión, era una espina clavada en el orgullo de España y un recuerdo de su debilidad en el Estrecho.
Franco, a través de su cuñado y ministro de Asuntos Exteriores Serrano Suñer, se mostró receptivo a los proyectos alemanes. La Operación Félix o la conquista del Peñón la conduciría el mariscal de campo Walter von Reichenau, al frente de dos Cuerpos de Ejército. El primero entraría en España a mediados de enero del 41 y el segundo se encargaría de cubrir el asalto. Las fuerzas aéreas y navales alemanas completarían el ataque.
El 23 de octubre de 1940 tuvo lugar la entrevista en la estación ferroviaria de Hendaya entre Hitler y Franco, donde no hubo entendimiento. Las exigencias del español parecieron excesivas al Führer y la operación no se llevó a cabo. El ataque alemán contra la URSS y los reveses nazis en la guerra alejaron la entrada en el conflicto de España, pese al envío de la División Azul al frente oriental. Ni Gibraltar fue tomado ni Gran Bretaña conquistada.