LAS NUMEROSAS FLOTAS DE GUERRA MEDIEVALES. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

27.05.2020 10:51

               

                Allá por 1890, en plena época del Imperialismo, el estadounidense Alfred T. Mahan llamó la atención sobre la importancia del poder naval para fortalecer una nación. Su comercio y sus dominios podían crecer gracias a sus naves, vanguardias de su poder, capaces de aplastar a sus enemigos, cuyos suministros serían yugulados. “Las guerras se ganan por el mar”, sentenció. Sus ideas tuvieron una amplia aceptación y los Estados Unidos emprendieron un programa de crecimiento naval, cuya primera demostración clara fue la guerra contra España de 1898.

                Los planteamientos de Mahan son corroborados por la Historia de la Edad Media, por ejemplo. De aquellos siglos disponemos de datos sobre el tamaño de distintas armadas, que dan justa idea de su capacidad de organización.

                Los navegantes vikingos conmovieron el mundo atlántico tras la desintegración del imperio carolingio y alcanzaron con éxito el mediterráneo. Supieron agrupar en grandes flotas distintas unidades navales. En el 844 atacaron la andalusí Sevilla con 80 naves y llegaron a las 120 en el ataque de París del 845. Sus rivales, desde el emirato de Córdoba al reino de Wessex, tuvieron que contenerlas con fortificaciones ribereñas y con otras embarcaciones.

                La fuerza naval del mundo vikingo quizá se aprecia con enorme claridad en la disputa por Inglaterra entre sus herederos, el rey de Noruega y el duque de Normandía. En el 1066 los noruegos de Harald Hardrade aprestaron 300 naves, pero su rival Guillermo de Normandía, posteriormente llamado el Conquistador, llegó a las 770 con la inestimable colaboración de sus barones.

                Aquellas grandes armadas trasladaron importantes ejércitos, con sus propios caballos, para conquistar territorios separados por el mar. En el 1114, el conde de Barcelona Ramón Berenguer III contó con la ayuda de 300 naves pisanas, que unió a las 150 catalanas y provenzales en la expedición contra la Mallorca musulmana.

                Desde Inglaterra, partió en 1190 Ricardo Corazón de León a Tierra Santa con una flota de 233 naves, de las que 30 eran dromones al modo bizantino y 53 galeras. Se calcula que se pudo trasladar por este medio un ejército de 15.000 infantes y 2.000 caballeros.

                La IV Cruzada, que terminó cebándose contra Constantinopla, llegó a poner en movimiento una flota de 210 barcos venecianos, capaces de trasladar unos 20.000 guerreros. Para conducir a Mallorca en 1228 más de 10.000 infantes y más de 1.000 caballeros, Jaime I empleó 150 naves. El número de barcos expresaba en el mundo medieval tanto la capacidad de organización como las apetencias políticas de sus Estados.

                Bibliografía.

                Davies, J., The King´s Ships, Leigh-on-Sea, 2005.

                O´Connell, M.-Dursleter, E. R., The mediterranean world: from the fall of Rome  to the rise of Napoleon, Baltimore, 2016.