LAS MUJERES Y LA CREACIÓN TROVADORESCA. Por Verónica López Subirats.

07.08.2016 08:27

 

                La Edad Media no ha disfrutado de buena fama entre muchas personas al asociarse a la brutalidad y al fanatismo que siguieron a las delicias de la civilización romana, una idea que hoy en día los historiadores ya no defienden, sin necesidad de caer en el fenómeno contrario de la exaltación.

                Entre los siglos XI y XIII floreció la creación literaria en lengua propia, más allá del latín de los documentos eclesiásticos y cancillerescos. Damas de elevada posición la promovieron, lo que ha llevado a disquisiciones sobre su carácter y sobre el trato dispensado a las mujeres durante este tiempo. Objeto de reverencia en algunos casos, también fueron las mujeres víctimas de violencias, una contradicción que fue más allá de la literatura. Solicitadas de jóvenes para el matrimonio, las damas podían sufrir a maridos autoritarios hasta su fallecimiento.

                Los motivos del amor cortés contuvieron tales contradicciones. Un varón como el duque Guillermo IX de Aquitania (1071-1125), compañero de armas del aragonés Alfonso el Batallador, alardeó en sus poemas de sus proezas sexuales con descaro. El Trovador se hizo llamar trichador de dòmnas y se complació en dedicar varias de sus creaciones a su amante Maubergeonne, a la que llevó pintada en su escudo en la batalla de la turolense Cutanda (1120), pues el conducía al combate a la peligrosa que lo arrastraba al lecho. Las cortes literarias proliferaron al Sur del Loira y en el tránsito de los siglos XII al XIII una mujer como la condesa Beatriz de Die expresó en sus poemas sus deseos amatorios, algo muy poco frecuente en aquel tiempo. La condesa del día estuvo casada con Guillermo de Poitiers y enamorada del trovador Raimbaut de Orange.

                Al Norte del Loira encontramos otros ejemplos interesantes. Hasta doce poemas narrativos o lais compuso María de Francia (1130-1200) en las que declaró su amor por hombres como el rey Enrique II de Inglaterra, a veces de forma adúltera. El adulterio fue el basamento del Lancelot de Chrétien de Troyes, en el que junto al caballero aparecía la figura de la reina Ginebra, finalmente infiel a su marido el rey Arturo.

                Trovadores, poemas y personajes expresaron una realidad social, la de las complejas relaciones amatorias entre los sexos, más allá del moralismo pregonado por la Iglesia, unas relaciones en las que las mujeres también tomaron la iniciativa.