LAS HUESTES DE LOS REYES ANGLOSAJONES.
La tradición del servicio militar de los hombres libres no se extinguió en la Europa de los siglos X y XI. En la Inglaterra anterior a la conquista normanda, sus reyes dispusieron de las huestes de leva, que combatieron a los escandinavos y sirvieron a monarcas de aquella procedencia como el conquistador Canuto el Grande a comienzos del XI.
Se estipuló, en líneas generales, que cada cinco hides o unidades de explotación (el equivalente al valor de lo concedido a un simple señor) dispensarían el servicio de un hombre armado con espada, al menos. Cada ciudad podía proporcionar hasta veinte guerreros. Las localidades del litoral podían servir con barcos y tripulaciones. De esta manera se aseguraba un contingente militar adecuado sin poner en riesgo las tareas de la agricultura, la artesanía o el comercio, aunque en caso de alarma general se podía invocar la movilización total de todos los varones en condiciones de pelear.
El período de servicio era de unos dos meses al año y los guerreros se organizaban por cientos, los equivalentes de los distritos de cada condado. Los defensores de una ciudad podían ser exonerados de acudir en campaña. Se castigaba toda deserción con la muerte cuando el rey acudía a campaña. Sin embargo, en caso de morir en combate se perdonaban los impuestos de defunción a los herederos.
Los reyes anglosajones, además, contaron con su propio cuerpo de elite, a modo de un núcleo profesional. En el 1018 Canuto el Grande se aseguró el servicio de los guerreros de unas cuarenta naves, estimados entre 3.000 y 4.000 hombres, para su guardia personal. Tal cuerpo ha suscitado enormes dudas acerca de su código de honor, de su composición real, número y entidad. Para algunos autores acusaría la influencia de las normas de conducta de los vikingos, algo que no se ve con claridad. Otros lo han considerado una simple guardia al modo aristocrático, sin más. Lo cierto es que en Wallingford, junto al Támesis, tuvieron uno de sus puntos de acantonamiento.
Tales instituciones militares tuvieron su parangón con la de otros países de la Europa Occidental de la época y lo cierto es que los anglosajones no fueron derrotados en la batalla de Hastings (1066) por los normandos por falta de organización.
Bibliografía.
Fisher, D. J., The Anglo-Saxon Age, Aberdeen, 1973.
Hollister, C. W., Anglo-Saxon Military Institutions, Oxford, 1962.
Víctor Manuel Galán Tendero.