LAS GRANDES FIESTAS ANUALES DE LOS CELTAS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

11.11.2020 17:59

               

                La forma de pautar el tiempo y de darle un sentido nos dice mucho de una civilización. En nuestros días, festividades como las de Halloween han alcanzado una gran popularidad, desplazando en España a otras formas vinculadas a Todos los Santos. Sus raíces se remontan a la civilización celta, que tanto ha subyugado la imaginación de los europeos y que ha dejado una valiosa herencia cultural.

                Entre finales de octubre y comienzos de noviembre daba inicio el año para los celtas, por Halloween o Samain. En Irlanda, se conmemoraba la batalla entre los dioses que costó la vida al temible Aquiles celta, el héroe Cú Chúlainn. Tal festividad era la ocasión propicia para recabar la adivinación de lo que sucedería en el año entrante, pues al acercarse el invierno los muertos podían ponerse en contacto con mayor facilidad con los vivos. El culto a los difuntos tuvo una gran importancia entre los celtas, que creyeron en la transmigración del alma según algunos autores. Por ello, las celebraciones daban comienzo una vez puesto al sol, al permitir la oscuridad contemplar con mayor nitidez a los muertos y a otros seres.

                A comienzos de febrero se celebraba la festividad de Imbolc, de grandes alegrías que presagiaban la primavera. Dedicada a la diosa Brigh o Brigit, la de la sabiduría. Para evitar las enfermedades, se bendecía a los ganados mojándolos con agua de las fuentes, de gran valor para los celtas, y se les hacía pasar a través del fuego de las hogueras. Con la cristianización de Europa, la celebración de San Antón tomó numerosos elementos del anterior Imbolc.

                Entre finales de abril y principios de mayo se celebraba el arranque de la mitad luminosa del año, Beltaine o Belenos. Se hacían suculentos banquetes y se tenía a bien practicar juegos de carácter fálico como el de la cucaña, pues tal fiesta conmemoraba la fertilidad. Era el momento adecuado para concertar los matrimonios, que entre los celtas tenía un verdadero año de prueba, pasado el mismo podía disolverse sin más.

                La gran festividad del calendario celta era Lugnasad, dedicada al poderoso Lug, a comienzos de agosto, cuando el dios nacido de la luz se casó con la diosa Tierra. Entonces se reunían las distintas gentes para tratar asuntos muy diversos, como dirimir sus diferencias bajo los druidas. Aprovechando la afluencia de gentes, se celebraban importantes ferias o mercados, así como pruebas de habilidad juveniles, competiciones de carros y de poesía. Si los carros eran importantes para el combate de los celtas, no menos lo eran los bardos para su cultura. De no celebrarse tales juegos, el año podía ser terriblemente nefasto. Los ritos propiciatorios ligados al devenir natural fundamentaban el calendario y daban sentido a los trabajos y los días de los celtas de hace siglos.

                Bibliografía.

                Jean Markale, Los celtas y la civilización celta: mito e historia, Madrid, 1992.