LAS FUERZAS DE CABALLERÍA EN LA HISPANIA BAJOMEDIEVAL. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

28.04.2020 13:47

                A mediados del siglo XIV, las fuerzas de caballería tuvieron una gran importancia como fuerza de choque contundente y de protección eficaz de los extensos términos de muchos municipios hispánicos. Los monarcas de aquellos tiempos dispusieron, pues, de notables tropas montadas para sus enfrentamientos.

                Durante la guerra de los Dos Pedros, ambos contendientes llegaron a concentrar importantes contingentes de combatientes montados a caballo. En 1358 los castellanos irrumpieron con mil caballos en el Sur del reino de Valencia, cuando el de Murcia podía disponer de unos dos mil entre cristianos y musulmanes aliados. El reino de Aragón asoldó 700 y 600 el de Valencia en aquel año, con el esfuerzo de sus generalidades o imposiciones. En 1359, el rey de Aragón Pedro IV llegó a disponer 4.000 en Calatayud frente a los 5.000 en Almazán de Pedro I de Castilla, que a 1 de mayo de aquel mismo año pudo contar con los mil de ayuda de su aliado el rey de Portugal y de otros mil del emir de Granada. Pudo entonces completar una considerable fuerza de 4.000 caballos. Según la Crónica de Pedro IV, el de Castilla llegó a disponer de 7.000 caballos en Elche. El rey aragonés acudió contra él con una fuerza de 3.000. En la batalla de Nájera (1367) Enrique II de Trastámara alineó 4.500 caballos contra su rival Pedro el Cruel y sus aliados ingleses.

                La Corona de Castilla, según el ordenamiento de lanzas de las Cortes de Guadalajara de 1390, podía disponer de 4.000 caballos armados y 1.500 ligeros. Contra la Granada nazarí desplegaron los castellanos en 1455 unos 14.000 en total. La expansión mediterránea de la Corona de Aragón obligó a movilizar igualmente notables contingentes de caballería. En la expedición a Cerdeña y Córcega de 1420, Alfonso V desplegó unos 4.000 y hasta 6.000 en las últimas campañas de la conquista del reino de Nápoles (1441-2).

                El aprovisionamiento de semejantes fuerzas distó de ser precisamente sencillo. Se estima que en 1296 cada caballo armado de las fuerzas de Jaime II de Aragón debía recibir al día 5´32 kilogramos de harina y 6´46 litros de vino para su hombre de armas y sus tres o cuatro peones o escuderos, además de 37´69 kilos de cebada para los corceles. Así pues, una fuerza de 4.000 unidades de estas características consumiría durante tres meses de campaña 1.915.200  kilogramos de harina, 2.324.000 litros de vino y 13.564.000 kilogramos de cebada, cifras que equivaldrían a una buena cosecha anual de un extenso territorio. No en vano, de enero a julio de 1430, en el curso de otro enfrentamiento con la Corona de Aragón, los castellanos dispusieron a lo largo de su frontera unos 3.280.803.914 kilos de trigo y unos 1.837.815 de cebada para sus fuerzas de infantería y caballería. En consecuencia, el coste económico estuvo condicionado por las fluctuaciones de las cosechas y otros factores coyunturales.

                Los contingentes de caballería se formaron con las aportaciones de los distintos vasallos del rey, que con sus contribuciones podía asoldar mayores fuerzas si cabe. Un señor como el infante don Fernando de Aragón, que gozaba de extensos dominios, recabó en 1357 de sus vasallos de Orihuela para el asedio de Jumilla cincuenta jinetes, a renovar cada diez días. Orihuela se convirtió en un importante punto de reunión de compañías de caballería, destacándose aquel mismo año veinte jinetes de guardia a Elche y otros veinte a Nompot, el actual Monforte del Cid. En 1359 la plaza solo disponía de 150 caballos, cuando requería 500 para protegerse con éxito de sus oponentes murcianos. Al reducirse su fuerza a setenta caballeros en 1360, se tuvo que pedir socorro a la compañía de 250 caballos del conde de Denia, lográndose al final un contingente de 196 guerreros montados.

                La caballería exigió, por tanto, un considerable esfuerzo de organización y de despliegue de medios tanto a los reyes como a sus vasallos, que determinaron su vida en la Baja Edad Media.

                Fuentes y bibliografía.

                Pedro Bellot, Anales de Orihuela, 2 vols. Edición de Juan Torres Fontes, Murcia, 2001.

                Jorge Saiz, “Formación de un ejército permanente en el siglo XV: la caballería de Alfonso el Magnánimo”, Medievalismo, 17, 2007, pp. 187-214.