LAS EMBLEMÁTICAS LEGIONES ROMANAS. Por Rafael Pérez Nieva.
Columna vertebral de su ejército, la legión conformaba la infantería, la ligera y la más pesada, con la que los conquistadores romanos ganaron grandes batallas en lugares muy distintos. Roma también dispuso de caballería de gran relevancia, pero el legionario se convertiría en su figura militar arquetípica, bien ensalzada por el astuto político que fue Julio César en sus Comentarios.
Las legiones estuvieron compuestas al comienzo por los ciudadanos romanos en edad militar, cuya obligación era la defensa y la grandeza de su comunidad política al estilo de los ejércitos de la Atenas democrática. Con el paso del tiempo los romanos conquistaron muchos países, y la duración de las campañas en tierras lejanas arruinó a los ciudadanos movilizados. Entonces las legiones empezaron a nutrirse de asalariados, de soldados mercenarios al servicio de grandes magnates erigidos en generales, que aspiraron al dominio del mundo romano. Así es como murió la legión republicana y nació la imperial.
Gracias a una organización muy adaptable, se ponían en pie de combate inicialmente formaciones de unos 4.800 hombres, que luego alcanzarían de los 5.200 a los 6.000 soldados. Polibio añade que se sumarían los 300 jinetes a cada legión, que dispondría de un máximo de 6.300 hombres en suma.
Cada legión tenía asignado un nombre y un número. Se han identificado hasta 50, si bien se piensa con fundamento que nunca existieron tantas a la vez. Ciertamente las veintiocho legiones donde los equites o caballeros tuvieron mayor relevancia se convirtieron en cuerpos prestigiosos. Los jóvenes caballeros con fortuna disponían de caballo, armadura, escudo y lanza, elementos que no estaban al alcance de la mayoría de los ciudadanos romanos.
Las fuerzas legionarias avanzaban en columna, y acampaban generalmente con prudencia, disponiendo por las noches puntos fortificados. A tal fin los soldados acostumbraban a cargar con una pesada impedimenta, granjeándoles la burlesca imagen de mulos marianos, dadas las exigencias del general Mario.
Además de la conocida formación cerrada de la tortuga, los legionarios se desplegaban de otras formas. En el campo de batalla abierto los legionarios se disponían en tres líneas en profundidad, de delante hacia detrás. En las dos primeras líneas de combate las centurias se ubicaban en forma de damero para poder adaptarse al terreno, concentrarse y atacar con mayor comodidad.
Los velites lanzadores de jabalinas abrían la formación. Los más jóvenes hastarii se disponían en primera línea, armados de dos pila con diferentes pesos, la de mayor alcance y la perforadora de los escudos. En la segunda formaban los veteranos más jóvenes, y en la tercera los más acreditados y experimentados, capaces de salvar una situación in extremis. La guerra era la escuela del soldado, con su terrible experiencia. Los novatos aprendían o morían. Entre las mejores centurias de una legión estaban la primera, la sexta de los mejores varones jóvenes, la octava de las tropas selectas y la décima de buenos soldados. Por el contrario en la cuarta, séptima y novenas se encontraban los legionarios de poca experiencia y calidad a mejorar.
El prestigio de las legiones llegó hasta más allá de la caída de Roma, y en el Renacimiento se consideraron modélicas para las nuevas infanterías de Suiza y de los monarcas autoritarios, como los Reyes Católicos. Se ha considerado a Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, el mejor continuador de los generales romanos, al disponer a sus fuerzas con la inteligencia táctica de las centurias y no con la rigidez de la línea de hoplitas griegos. El prestigioso nombre de legión aún se honran de llevarlo algunos de los cuerpos militares más renombrados de los ejércitos español y francés.