LAS CORTES DE CÁDIZ ANTE LA REVOLUCIÓN MEXICANA. Por Gabriel Peris Fernández.
La Emancipación hispanoamericana fue capitaneada por los españoles americanos, los criollos, como es bien sabido. Las comunidades amerindias no emprendieron un esfuerzo similar al de Túpac Amaru en el virreinato peruano en 1780 durante aquel período. Sin embargo, los amerindios tuvieron un destacado protagonismo en el centro de México, pues nutrieron una buena parte de las tropas del cura Miguel Hidalgo.
La situación de las comunidades amerindias, los llamados pueblos de indios, no era nada envidiable al estar sometidas al pago del tributo y a las imposiciones de los corregidores y otras autoridades, como el repartimiento obligatorio de mercancías entre ellos, lo que no era otra cosa que un modo de endeudamiento.
La Nueva España experimentaba desde la invasión napoleónica de la Península una espinosa situación política, agravada por una mala coyuntura agraria. El Consejo de Regencia, establecido en la isla del León, decretó el 26 de mayo de 1810 la abolición del tributo, que no se hizo pública hasta que el nuevo virrey Francisco Javier Venegas la anunciara el 5 de octubre de 1810.
Anterior comandante de los ejércitos del Centro y de Andalucía, Venegas llegó a Veracruz el 28 de agosto de aquel año, pero su anuncio llegó tarde. El 16 de septiembre el cura Hidalgo había lanzado el Grito de Dolores contra la autoridad virreinal, reconociendo en teoría la autoridad de Fernando VII.
Se iniciaba una violenta guerra en la que muchos criollos cayeron aniquilados ante las fuerzas indias de Hidalgo, que el 29 de noviembre de 1810 suprimió en Guadalajara el odiado tributo.
Las nuevas Cortes, que elaborarían la Constitución de Cádiz, se encontraron con una complicadísima situación en México y el 13 de marzo de 1811 insistieron en la abolición. Los indios y por derivación las castas de mulatos y negros que se hubieran mantenido fieles serían beneficiados por la medida, que se extendería por las restantes provincias de la convulsa América española. Los repartimientos de mercancías también quedaron prohibidos, lo que enlazaba con el reformismo dieciochesco de Jorge Juan y Ulloa. En la gracia del repartimiento de las tierras de los pueblos de indios los castas no pudieron participar por desconfianza.
Entre julio y agosto de 1811 el levantamiento de Hidalgo parecía finiquitado. Su carismático dirigente fue ejecutado y los criollos empezaron a respirar tranquilos. A la larga serían los que dirigirían la independencia mexicana. Mientras tanto el 24 de julio de aquel año las Cortes reconocieron los servicios de la ciudad novohispana de Tepic, muy vinculada al comercio del Pacífico español, con el título de Noble y Leal. Se pudo completar su ayuntamiento siguiendo el mismo procedimiento de elección de los alcaldes ordinarios.
Mientras tanto en Cádiz se cuestionó la actuación del virrey Venegas, que entre otras cosas suspendió la libertad de imprenta. Para los liberales no era un buen modelo de gobernante, capaz de conseguir la reconciliación entre los novohispanos. Por el contrario, los criollos lo acusaron de lo contrario, de ser excesivamente benévolo con los alzados. Tanto unos como otros se movieron en medio de las terribles contradicciones que desgarraron el mundo hispánico a comienzos del siglo XIX.