LAS CONTRADICCIONES DEL IMPERIO: NIXON Y VIETNAM. Por Antonio Parra García.
En 1969 ya era más que visible que la guerra de Vietnam estaba minando a los Estados Unidos, seriamente conmovidos por los problemas sociales y de integración. Richard Nixon aprovechó la impopularidad creciente de la guerra para ganar las elecciones presidenciales a los demócratas, que ya habían frustrado sus ambiciones en 1960. Se manifestó partidario de reducir la intervención en Vietnam.
Junto a la posible retirada de tropas, apostó por responsabilizar al frágil gobierno de Vietnam del Sur de la situación y de las negociaciones, pese a las fuertes acusaciones de incompetencia y corrupción que lo escarnecían. A Nixon tampoco parecía importarle mucho la desilusión causada entre sus aliados asiáticos.
El 25 de enero de 1969 comenzaron a retirarse unilateralmente, sin ningún tipo de negociación y acuerdo entre las partes, las unidades estadounidenses, reducidas a 170.000 soldados en diciembre de 1971. Se prometió al general Thieu 850.000 toneladas de armamento para un millón de soldados, que sobre el papel contarían con la cuarta fuerza aérea más importante del mundo.
Ante las fuertes críticas de sus adversarios, Nixon enunció el 25 de julio de 1969 en Guam su doctrina para Asia, que sustituía la clásica contención de Truman de 1947 por la incitación o de protección nuclear y asesoramiento de los aliados, que ya no recibirían tropas.
Se tomó en consonancia mayor consideración a la fuerza aérea, que en la primavera de 1970 castigó con dureza el santuario en Camboya de los vietnamitas contrarios y en mayo de 1972 bombardeó Hanoi.
Pese a todo, las protestas estudiantiles en los Estados Unidos no amainaban y en 1972 ya se dejó de exigir que las tropas de Vietnam del Norte se infiltraran en el Sur. En septiembre de aquel mismo año se acordó la retirada de los soldados estadounidenses sesenta días después del alto al fuego, la liberación de los prisioneros de guerra y la creación de una comisión para preparar unas elecciones. El 23 de enero de 1973 se firmó el acuerdo amenazando al desconfiado general Thieu, que temía la preponderancia comunista.
El final de la guerra fue amargo para los estadounidenses y Nixon no pudo capitalizar los posibles efectos positivos ante las graves acusaciones que envolvieron a su presidencia. De todos modos, aplicó una fórmula que más tarde sería aplicada en Irak con igual fortuna. Tras promover una guerra que no podía ganar, Washington se despreocupa de una zona del mundo que queda condenada a la inestabilidad. Son las contradicciones de un imperio que dice no serlo.