LAS COMPAÑÍAS DE CAUTIVOS. Por Verónica López Subirats.

04.04.2016 00:35

                

                La violencia ha sido desde hace mucho una forma de hacer negocios. La economía canalla de la que nos hablara no hace mucho Loretta Napoleoni tiene hondas raíces. La piratería organizada en beneficio de un poder público originó el corsarismo o autorización para el saqueo en los mares a cambio de una parte de lo conseguido. Los corsarios fueron de enorme utilidad a la hora de librar guerras declaradas y extraoficiales.

                Los turcos otomanos dispusieron en el Norte de África de una serie de dominios regidos por corsarios. Algunos de ellos eran originalmente cautivos que habían abrazado el Islam para redimirse y hacer carrera, como el calabrés Giovanni Dionigi Galeni, más conocido como Uluj Alí, el Uchali del Quijote, que llegaría a regir la propia Argel y a ser almirante de la flota otomana.

                Un potentado de sus características llegó a disponer de una verdadera compañía o contingente organizado de cautivos, que algunos autores cifran en 3.000 en sus momentos más álgidos. Se les destinaba a varios al rescate por dinero, pero los más pasarían su existencia trabajando para su patrón, que no dudó en ordenar la aplicación de severísimos castigos llegado el caso.

                Se destinó a la compañía de Uluj Alí a cometidos diversos, más allá de remar como galeotes en las galeras otomanas. En Constantinopla trabajaron muchos en su Arsenal como veteranos o maestros viejos en la construcción de naves, aprovechándose de sus conocimientos y habilidades, de gran utilidad para el poder turco. Cada año el patrón ingresaba por este concepto unos 15.000 ducados. También se ocuparon los cautivos de la compañía en las obras del Serrallo.

                 Semejante fuerza laboral y social, muestra evidente de su triunfal ascenso, le granjeó una gran reputación a Uluj Alí, que le sirvió de gran ayuda en sus tratos más o menos abiertos con los venecianos.

                Los cautivos de la compañía se jerarquizaban según su proximidad a él, lo que incentivaba la idea entre los más osados de renegar y de seguir los pasos del patrón. Las duras condiciones de vida determinaban una degradación moral que retroalimentaba aquéllas. La compañía se convertía a su modo en una escuela, algo contra lo que Cervantes luchó durante su cautiverio en Argel.