LAS CHICAS SON GUERRERAS, LA REINA SEMÍRAMIS. Por María Berenguer Planas.

03.02.2016 06:46

                

                Diodoro Sículo tomó unos quinientos años más tarde del griego Ctesias (entre los siglos V y IV antes de Jesucristo) una historia de una fémina de armas tomar, la temible Semíramis. Su relato está lleno de elementos comunes a otras narraciones de personalidades situadas entre la leyenda y la realidad pretérita, tan del gusto de las gentes del antiguo Oriente.

                Cierto día la diosa Derketo, protectora de Ascalón, yació con un mozo de bello aspecto que acudía a hacerle una ofrenda. De sus amores nació una niña de belleza inusual, a la que su divina madre no dudó en abandonar en el desierto y en ejecutar a su amante. Derketo quiso ocultar su vergüenza sumergiéndose en una laguna, donde se transformó en un pez. La ruptura de la abstinencia sexual de las diosas o de sus representantes tenía fatales consecuencias. Esta forma de pensar pasaría con variantes a los romanos reverenciadores de Diana y rigurosos con las vestales.

                La niña, llamada Semíramis, pudo sobrevivir gracias a los cuidados y las atenciones de las palomas, que llamaron finalmente la atención de los pastores de las cercanías, que la pusieron en las paternales manos de su jefe. La idea de la infancia prodigiosa también se aplicó en este caso.

                Entre los pastores la niña se hizo mujer y su proverbial belleza sedujo al gobernador asirio de Siria, Omnes, que la tomó por esposa. De ella tuvo dos hijos. Un día aciago el rey de los asirios lo convocó para combatir en una campaña contra un país del otro extremo de su imperio, Bactriana.  

                Durante demasiado tiempo los asirios permanecieron ante la inexpugnable fortaleza de Bactra. Cansado, Omnes hizo llamar a Semíramis, que acudió al campamento vestida de guerrero. No solo consoló en el lecho a su marido, sino que capitaneó el ataque que rendiría la fortaleza gracias a su habilidad.

                Descubierta por el rey asirio Ninos, Semíramis fue requerida. Aquél ofreció al desgraciado marido un canje a cambio de su cesión, pero al negarse su destino resultó fatal. Ella se convirtió en la nueva reina de Asiria, capaz de darle otro vástago a Ninos.

                Semíramis sobrevivió a su regio marido muchos años. Tras dedicarle honras fúnebres, ejerció el poder con soltura. Fundó la gran Babilonia según esta tradición, ciudad de grandes lujos con fama de disoluta. Recorrió su imperio abriendo caminos y erigiendo monumentos conmemorativos. Cada noche escogía un soldado de su gusto al que ordenaba liquidar al día siguiente, inasequible a todo compromiso. Concibió la conquista de la India con todo detalle y grandes medios, pero una herida en combate le obligó a retroceder. Ya mayor y fatigada entregó su cetro a su hijo Ninias.

                Esta versión femenina de Alejandro Magno quizá se formulara en tiempos del imperio de los persas aqueménidas, uno de cuyos reyes de reyes (Darío I) dominó territorios indostánicos. Los historiadores actuales, no obstante, han buscado mayores precisiones.

                Algunos asiriólogos la han identificado con Sammuramat, la esposa del monarca  Shanshi-Adad V (823-811 antes de Jesucristo). Otros en cambio la quieren descubrir bajo la diosa Ishtar de Nínive, tan guerrera y osada como la mítica Semíramis.