LAS ARMAS DE SALOMÓN. Por Antoni Llopis Clemente.

14.10.2015 06:46

                Entre el 965 y el 928 antes de Jesucristo rigió los destinos de Israel un monarca llamado a gozar de una enorme fama, Salomón, cuyo nombre se ha hecho sinónimo de la sabiduría en la cultura popular.

                

                Los historiadores han reconstruido su reinado a través de fuentes como el bíblico Libro de los Reyes, las referencias de sus vecinos y los hallazgos arqueológicos, una tarea a veces muy compleja. Pese a no haber pasado a la Historia como un monarca guerrero y batallador, otorgó una gran importancia a sus fuerzas armadas.

                La proximidad de Egipto planteaba serios problemas de seguridad, dadas las tradicionales apetencias faraónicas sobre el territorio del Levante mediterráneo. Supo conservar en líneas generales los dominios de su progenitor David haciendo uso de la diplomacia. Logró la estratégica ciudad de Gezer, a cincuenta kilómetros de Jerusalén, al desposar a una de las hijas del faraón Siamón, lo que se ha interpretado como uno de los más serios intentos de la XXI Dinastía egipcia para fortalecer sus relaciones e influencia en Israel.

                    

                Salomón, por el contrario, no se apuntó el mismo éxito en el Norte de sus dominios, pues tuvo que ceder a Hiram de Tiro unas veinte ciudades israelitas para satisfacer los pagos por envío de materiales destinados a sus ambiciosas obras de construcción. La vanidad salomónica tuvo su precio.

                Las artes de la diplomacia no exoneraron al círculo de Salomón de poner en práctica las de la guerra. Desde mediados del segundo milenio antes de Jesucristo los grandes poderes imperiales y estatales del Oriente Próximo habían adoptado el carro de guerra como una de sus armas más apreciadas. Los días de David entre los israelitas parecían pasados y Salomón apostó por un ejército nutrido por carros de combate tirados por fuertes corceles, según el Libro de los Reyes.

                Se ha calculado que su reino sería capaz de alinear unos 1.400 carros, unos 4.000 caballos y unos 12.000 soldados, una fuerza considerable que requirió ingentes medios económicos. Por de pronto se tuvieron que alzar acuartelamientos dotados de arsenales, según se desprende del estudio de las instalaciones militares de su palacio de Jerusalén.

                

                A orillas del mar Rojo, en el enclave de Ezión-Geber, ordenó notables obras con la vista puesta en la expansión comercial en colaboración de Hiram de Tiro.

                No todos los varones de sus dominios estuvieron obligados a acudir a sus huestes, pero los no llamados a filas tuvieron que contribuir obligatoriamente al esfuerzo con su trabajo en obras como las mencionadas. Nos encontraríamos ante los orígenes de una institución, la de la sofra, que siglos más tarde pasaría a las sociedades musulmanas en general y en particular a la andalusí.

                Al parecer las cargas no se distribuyeron de igual manera entre los súbditos de Salomón. La meridional área de Judá resultó favorecida en relación a un Israel dividido en distritos de gobierno y fiscales, lo que sentaría las bases de la división del reino a la muerte de Salomón.