LAS ACADEMIAS MILITARES ESPAÑOLAS (1811-21). Por Víctor Manuel Galán Tendero.

23.11.2022 18:06

 

                Durante la Edad Moderna, el saber militar se hizo cada vez más complejo, al hilo de los progresos de la fortificación y de la artillería. Resultó necesario que los comandantes de tropas dispusieran de conocimientos y formación que fueran más allá de la experiencia en el campo de batalla. Así pues, se puso en marcha en diferentes países un sistema de academias militares, que en España se potenció desde el siglo XVIII. En 1716 ya se creó en Barcelona una academia militar para instruir en matemáticas.

                Durante la guerra de la Independencia, la Regencia estableció el 1 de marzo de 1811 el plan de escuelas militares. Se enunció que los principios elementales de la milicia se cimentaban en los de la política, en aquel tiempo de cambio. Sin embargo, también se reconoció que de los veintiséis a los treinta años se les exigía a los cadetes demasiadas materias. Se estableció inicialmente en Tarragona, pero cuando la plaza cayó en manos napoleónicas se trasladó a Poblet. A 8 de junio de 1815 se informó de su fracaso.

                La terminación de las guerras napoleónicas no aminoraron los deseos de renovación académica en los círculos militares, y el polifacético capitán Andrés Vallejo (profesor de matemáticas en el colegio militar de Valencia) propuso en 1821 su método de instrucción para las escuelas del Ejército. Todavía en espera de la Ley Constitutiva del Ejército, anhelada por los liberales, abogó por la difusión de las Luces y por una educación que acortara las distancias sociales.

                Partidario de la elección libre de carrera por cada ciudadano, defendió que los alumnos de las academias o cadetes fueran buenos jefes de batallón al terminar sus estudios. Su formación, por ello, debía ser física, científica y moral.  En la segunda, incluía el estudio de la Constitución, de la Ley Constitutiva del Ejército, las Ordenanzas, así como las matemáticas, la fortificación, y tácticas de infantería y de caballería. La historia religiosa y de los capitanes heroicos del pasado conformaría la moral. La Academia de la Historia podía redactar un manual sobre estos últimos.

                Aunque se mostró  partidario de la subsistencia de Academias anteriores, como la de Infantería, debería crearse una Central que alimentara la camaradería entre las distintas Armas, que debía resultar compatible con las de cada distrito militar.

                A cargo de la institución debería estar un brigadier o un mariscal de campo como director, auxiliado por una junta económica en su gobierno. Descartaba Vallejo la presencia de alumnos con cerca de treinta años, tipos curtidos en la guerra de la Independencia, con pocas ganas de ser moldeados por una Academia que era al mismo tiempo escuela de ciudadanía para el oficial del futuro.

                Fuentes.

                ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL.

                Diversos-Colecciones, 418, N. 9.