LA VIDA SOCIAL EN UN DISTRITO MINERO HISPANO. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La vida de las localidades mineras siempre ha sido intensa y agitada, pues la posibilidad de enriquecerse ha atraído a muchos con fuerza.
Los romanos ya se enfrentaron a sus problemas de organización con asiduidad. Legalmente los tesoros del subsuelo pertenecieron al Estado y a su príncipe imperial, del que emanaron una serie de disposiciones regulatorias que conocemos a través de las normas aplicadas al distrito minero de Vipasca, la portuguesa Aljustrel, entre el 117 y el 138 de la era cristiana.
Si atendemos a lo establecido para preservar las minas, el régimen de baños y los servicios auxiliares de productos podemos contemplar los problemas sociales de un distrito sometido a un administrador, auxiliado por sus esclavos en las tareas burocráticas y apoyado por varias unidades militares para garantizar convenientemente el orden público.
La conservación de las minas según los criterios técnicos de la época era un problema fundamental. Los pozos debían estar bien apuntalados y los pozos de extracción de cobre convenientemente separados de los canales que traían el agua a la mina.
La envidia por la fortuna lograda por otros impulsaba a ciertos sujetos a cegar algún pozo, amenazándose con severos castigos a los infractores. Al ser suyas las minas, el emperador no estaba dispuesto a perder sus beneficios por batallas entre concesionarios.
Los libertos con arrestos y capital, acostumbrados a moverse en el duro mundo de los esclavos, probaron fortuna en un subsuelo que prometía ganancias y ascensión social a cambio de gravísimos riesgos.
La venta de calzado y correajes a los mineros podía dar pie a abusos de calidad y precios, restringiéndose su elaboración a los zapateros autorizados, lo que no siempre se consiguió. Asimismo se impuso la separación de sexos en los baños públicos siguiendo un cuidado horario, evitando la sensación de promiscuidad de un distrito de vida animada. Los baños también simbolizaban el estilo de vida civilizado de los romanos, al que no querían renunciar los buscadores de las profundidades del subsuelo.
Para saber más.
Claude Domergue, La mine antique d´Aljustrel (Portugal) et les tables de bronze de Vipasca, París, 1983.
Imagen de una plancha de la Lex Metallica Vipascensis.