LA SEMILLA DEL DECLIVE IMPERIAL.
“Un pueblo que haya sometido a otros y fundado un imperio por la fuerza de las armas debe tener los jefes para gobernarlo y sostener el trono. Estos privilegios no podrían corresponder a todos, dado el gran número de pretendientes, que daría lugar a rivalidades sin límite y a envidias que dificultan a los aspirantes llegar al poder.
“Los jefes designados para la administración del Estado, abandonándose en seguida a los placeres, se sumergen en el lujo y la profusión; ya tratan a sus compatriotas como a esclavos y los obligan a agotar sus energías en el servicio del gobierno. Las familias que se vieron excluidas del poder y forzadas a no participar en el mando permanecen bajo la protección de la dinastía reinante, a la cual, además, les ligan lazos sanguíneos.
“Manteniéndose alejadas de las seducciones del boato se hallan a buen recaudo de la decrepitud; en tanto los efectos del tiempo y los deberes del gobierno van marchitando la lozanía de los ocupantes del trono; pierden su vigor con el avance de la senectud, ya de suyo enervado como secuela de los placeres y los goces del lujo, tornándose así un juguete de la fortuna.
“He aquí, pues, el término de su supremacía política y la culminación de su progreso en la índole de la civilización, forma de existencia natural de la especie humana.”
Ibn Jaldún, Introducción a la historia universal (Al-Muqaddimah). Edición de Elías Trabulse, México, 1997, C. XXII, p. 306.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.