LA REBELIÓN DE PELAYO.
“Por aquellos tiempos era prefecto de Asturias, con residencia en Gijón, Munuza, compañero de Tariq. Durante su gobierno, cierto espatario de los reyes Vitiza y Rodrigo, Pelayo, oprimido por el señorío de los ismaelitas, entró en Asturias con su hermana. El prefecto Munuza envió a Pelayo a Córdoba con el pretexto de una legación, pero en verdad, por motivo del interés por su hermana. Antes de que regresara el antiguo espatario, Munuza, mediante cierto artificio, se unió en matrimonio con la hermana de Pelayo; pero cuando éste volvió, en modo alguno consintió tal enlace, sino que se apresuró a realizar con gran atrevimiento lo que ya meditaba acerca de la salvación de la Iglesia.
“Entonces el nefando Tariq envió soldados a Munuza para que apresaran a Pelayo y lo llevasen a Córdoba encadenado. Llegados a Asturias, quisieron cogerle por engaño, y en una aldea llamada Brece supo Pelayo por cierto amigo la decisión de los caldeos. Mas como los sarracenos eran muchos, viendo que no podía ofrecerles resistencia, se apartó de ellos despacio, comenzó repentinamente a correr y llegó a orillas del Piloña, que encontró desbordado, pero mediante un adminículo natatorio alcanzó la otra orilla sobre el caballo en que cabalgaba y subió a un collado con lo que los sarracenos dejaron de perseguirle.
“Dirigiéndose hacia la tierra montañosa, arrastró consigo a cuantos encontró camino de una asamblea y con ellos subió a un gran monte llamado Auseva y se refugió en la ladera de dicha montaña en una cueva que sabía segura y de la que mana un gran río denominado Deva. Desde ella envió mensajeros a todos los astures, que se congregaron en una junta y le eligieron príncipe.”
Crónica de Alfonso III (versión rotense). Edición de Antonio Ubieto, Valencia, 1971, p. 31.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.