LA PUGNA ENTRE SANCHO DE CASTILLA Y ALFONSO DE LEÓN.
“A la muerte del soberano rey don Fernando le sucedieron tres hijos y dos hijas, Sancho, Alfonso, García, Urraca y Elvira. Pero aun cuando éste había dividido el reino entre todos ellos y había asignado a cada uno su parte, dado que el poder no admite ser compartido y dado que los reyes de Hispania habían heredado el espíritu orgulloso y violento de los godos el no permitir el superior al inferior igualársele, ni el inferior que otra persona le superase, con harta frecuencia las exequias reales estuvieran bañadas de sangre fraterna.
“Así pues, el rey Sancho, sucesor y heredero de la crueldad goda, insatisfecho con los reinos de Castilla y Navarra, comenzó en su codicia a tener sed de la sangre de sus hermanos y a ambicionar los reinos de aquéllos hasta no dejarles nada ni a sus hermanos ni a sus hermanas de todo cuanto su padre les había dado y así poseerlo él todo. De aquí arrancan, pues, los distintos asesinatos y el derramamiento de sangre inocente.
“De todos modos el padre de aquéllos, teniendo en cuanta que Alfonso era por naturaleza el más modesto de los hermanos, le había confiado a sus hijas Urraca y Elvira. Y dado que Urraca era una mujer inteligente y previsora, Alfonso frecuentemente se dirigía a ella como si fuera su madre para consultarle cualquier asunto y se guiaba según su consejo.
“Sancho, en cambio, el primogénito comenzó a reinar el año 1065, prolongándose su reinado seis años. Y en la pretensión de exigir para sí los reinos de sus hermanos, en una primera incursión comenzó por hostigar a Alfonso, que era el hermano mediano.
“Y sabiendo Alfonso que su hermano Sancho había concentrado un ejército para atacarle, aquél, saliéndole al paso, se lanzó contra Sancho en choque frontal: el combate tuvo lugar en el territorio llamado Cantada. Y puesto que era la voluntad del Señor de elevar a Sancho para que sufriera luego una caída más pesada, éste puso en fuga a su hermano Alfonso y al ejército leonés.
“Fueron muchos los caídos en uno y otro bando, y aquellos descalabros a los que se habían acostumbrado ya los árabes los sufrían ahora estos desgraciados cristianos al volver la espada fraterna contra ellos mismos.”
“Alfonso, derrotado en la batalla, huyó hacia León. Pero de nuevo ambos hermanos convinieron en fijar un día para luchar bajo esta condición: que el vencido entregara al vencedor sin resistencia alguna su reino. La batalla se celebró en el lugar llamado Golpejara, a orillas del Carrión, y el rey Sancho, tras haber caído en combate un gran número de soldados de uno y otro frente, resultó finalmente derrotado. Y habiéndose entregado a una fuga poco segura, el rey Alfonso, sin embargo, dio la orden que ninguno de sus soldados intentara perseguir a los fugitivos.
“Acompañaba al rey Sancho un soldado valiente llamado Rodrigo Díaz Campeador. Éste, animando a su rey vencido, le persuadió a que tan pronto como pudiera reagruparse al ejército en desbandada y cayera de improviso al amanecer sobre los leoneses y gallegos: pues aquella gente tenía la costumbre de jactarse en las situaciones prósperas, burlándose de los otros de sufrir duras amenazas en las adversas. Por esta razón, fatigados los soldados del rey Alfonso con los largos comentarios nocturnos, cayeron al amanecer en un profundo sueño, siendo sorprendidos por la presencia inesperada del ejército del rey Sancho.
“Capturados unos, muertos otros y puestos en fuga los restantes, el rey Alfonso fue apresado en la iglesia de la Santa Virgen María, situada dentro de la fortaleza de Carrión y, prisionero, fue conducido a Burgos. Finalmente, por mediación del conde Pedro Ansúrez y gracias a la intervención de su hermana Urraca, fue liberado bajo la condición de vestir hábito monacal en el monasterio de San Facundo y Primitivo. Tal condición fue aceptada por el rey Sancho y, en consecuencia, el rey Alfonso tomó el hábito monacal más por miedo que por voluntad propia. Pero gracias a la mediación del conde Pedro Ansúrez, Alfonso huyó de noche y, una vez que hubo llegado a Toledo, fue recibido solemnemente por el rey Al-Mamun, quien reinaba allí a la sazón, siendo obsequiado con numerosos presentes.”
Rodrigo JIMÉNEZ DE RADA, Historia de rebus Hispaniae sive Historia gothica. Edición de Antonio Alberte, Valencia, 1968.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.