LA PUERTA DE ASIA EN LAS INDIAS, ACAPULCO. Por Carmen Pastor Sirvent.

10.07.2015 08:44

                Las relaciones inter-pacíficas comenzadas por los españoles tuvieron consecuencias tanto en los Estados del Asia Oriental, caso de la China Ming, como en las Indias hispánicas. La apertura del comercio asiático a través de Manila estimuló la producción y los negocios mercantiles de varias regiones de los virreinatos de Nueva España y del Perú hasta tal punto que a comienzos del siglo XVII la corona empezó a restringir su alcance para no perjudicar los intereses del comercio metropolitano con sede en Sevilla. Dicho de otra manera, el Pacífico ya amenazaba con desbancar al Atlántico.

                

                Siguiendo usos muy arraigados en la organización comercial española, la corona concentró los contactos oficiales en un puerto americano con destino a Manila, Acapulco, la puerta de Asia en las Indias. Emplazada en una zona de intenso calor mal llevado por los europeos, Acapulco había surgido como localidad española entre 1528 y 1550, atenta al hallazgo de nuevas minas, uno de los grandes motores de la colonización de la Nueva España. Al final la riqueza le llegaría no del interior de la tierra, sino del océano. Fray Andrés de Urdaneta partió de allí en 1565 con destino al Extremo Oriente, inaugurando una vía que se haría famosa, la del galeón de Manila o la nao de China.

                    

                En verdad el galeón de la Carrera de Acapulco fueron dos navíos permitidos por la corona de formato atlántico de trescientas toneladas cada uno, aproximadamente, desde 1593. Otros puertos de la América pacífica, como los del virreinato peruano, tuvieron que dirigir sus embarcaciones oficiales hasta allí. Cosa distinta era el comercio ilegal y los fraudes de peso y contabilidad en la propia Carrera, no pocas veces con la aquiescencia de las propias autoridades, servidas por hombres atentos a su enriquecimiento. Hasta 1815 se mantuvo en líneas generales este sistema.

                En Acapulco encontraron acomodo los trabajadores de sus astilleros y las tripulaciones de sus naves. Muchos de sus naturales eran negros y mulatos. El napolitano Gemelli Carreri la caracterizaría a fines del siglo XVII como una simple aldea de pescadores carente de atractivos para vivir, insoportable. Los españoles y otros europeos no vivían en Acapulco, sino en otras localidades más distantes.

                

                Sin embargo, la localidad cobraba una inusitada vida cuando llegaban los navíos procedentes de Asia entre enero y febrero, cuando se celebraba una lucida feria de comercio. Llegaban los cotizados productos de China, hombres de negocios malayos y filipinos e interesantes noticias. Hasta Acapulco llegaban los cargamentos de las reatas de mulas  desde la rica e industriosa ciudad de México, bien conectada con el puerto atlántico de Veracruz, la otra puerta del virreinato. Del reino de Guatemala procedían navíos cargados de cacao y de otros puertos peruanos naves con todo género de mercancías. Era el momento también de hacer negocios con la provisión del campo de Manila. Aquella actividad poco tenía que ver con una simple aldea de pescadores. Desde allí el virrey enviaba el dinero del situado o asignación a las Filipinas y pronto se hizo patente la necesidad de levantar fortificaciones, como el castillo de San Diego entre 1615 y 1617, cuyo nombre homenajeó el del virrey Diego Fernández de Córdoba. En 1699 guardaban el fuerte unos 60 soldados provistos de 42 piezas de artillería.

                                                    

                Tal actividad benefició a los cercanos enclaves portuarios de Colima, donde se estableció una importante población china, dotada de su propio alcalde o autoridad judicial, la de los indios chinos, obligados a pagar el tributo amerindio, pero no la alcabala del comercio. Se han cuantificado en 7.200 los asiáticos que entre 1565 y 1700 llegaron a la Nueva España, a veces en unas condiciones propias de la esclavitud. Se iniciaba en América la Historia de las nuevas inmigraciones asiáticas, que llega hasta nuestros días. Su aportación fue tan valiosa como la de aquellos brillantes géneros de China que tanta popularidad alcanzaron, de los que Acapulco fue su gran puerta a otros continentes.