LA PARTICULAR SOCIABILIDAD DE LAS SS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Dentro del movimiento nacionalsocialista alcanzaron especial relevancia las Escuadras de protección, las siniestras SS acaudilladas por Heinrich Himmler, que en nombre de la fidelidad al Führer Adolf Hitler aplastaron a sus rivales de las SA y extendieron sus redes de poder en el Tercer Reich.
Sus integrantes pretendieron simbolizar la quinta esencia de la raza aria, distinguiéndose incluso del resto de la población alemana. El racismo elitista nazi era contrario al proselitismo. Los nuevos superhombres nórdicos rechazaron las costumbres y los usos sociales judeocristianos, incluyendo los de las confesiones protestantes, al juzgarlos propios de esclavos, personas sumisas de carácter débil a gobernar, en su particular interpretación de Nietzsche.
Su neopaganismo amalgamó elementos de la antigua cultura de los pueblos germanos y de la Alemania medieval, descontextualizándolos históricamente hasta forjar un pasado mítico racista a la medida de sus aspiraciones. Las deidades y héroes pasados por el tamiz del wagnerismo, y los caballeros de la Orden Teutónica se emplearon para construir una hermandad de caballeros nórdicos.
Cada 9 de noviembre a las 22.00 horas los nuevos miembros prestaban juramento ante Hitler, rememorando el Putsch de Munich de 1923. Se prometía obediencia hasta la muerte bajo columnas de llamas en un ambiente intimidatorio. Las antorchas simbolizaban a los mártires de aquella jornada. El nacionalsocialismo alentó, pues, el culto a los caídos.
Se alentaron con determinación los matrimonios entre los familiares del grupo, oficiando las bodas los respectivos comandantes de los novios. La procreación era vital, y se establecieron centros Lebensborn donde las mujeres seleccionadas (algunas no casadas) daban a luz. En los bautizos también se evitaba todo contacto eclesiástico, y a los recién nacidos se les practicaba la imposición de manos por un veterano.
A los miembros más destacados de las SS se les obsequiaba con anillos y armas de especial valor simbólico, empleándose las llamadas runas místicas. Mi honor es mi lealtad se podía leer con claridad en cada una de las dagas entregadas a los más distinguidos. En la tumba todo camarada era recordado y la imaginería neopagana sustituía a la cristiana.
Himmler coronó todo el edificio estableciendo en el castillo de Wewelsburg el centro espiritual de las SS. Cuidadosamente restaurada y habilitada esta fortaleza del siglo XVII, albergaba una biblioteca con 12.000 volúmenes sobre leyendas y temas arios. En una gran sala se emplazaba una mesa redonda al estilo de la del rey Arturo, en la que tomaban asiento Himmler y sus doce lugartenientes, cada uno con su caballeresco escudo de armas, que sería incinerado a su muerte. Se depositarían sus cenizas en una urna ubicada encima de un basamento.
El calendario también padeció las arremetidas de las SS, que pretendió ser la vanguardia de la revolución racial que cambiara la faz del mundo. Se celebraría el 20 de abril (cumpleaños de Hitler), el Primero de Mayo, el solsticio de verano, la fiesta de la cosecha, el 9 de noviembre y el solsticio de invierno, que tenía que ser temido por los pobres Reyes Magos de Oriente. En semejantes detalles se aprecia la crueldad y estupidez de una ideología que nunca aceptó los Derechos Humanos.