LA NUMEROSA OFICIALIDAD DE LA CABALLERÍA ESPAÑOLA DE TIEMPOS DE NAPOLEÓN.
Desde 1803, el Ejército español se había enfrentado a la necesaria reglamentación de sus fuerzas de caballería para ganar efectividad. Durante la guerra de la Independencia, se midió con la poderosa caballería napoleónica. La proliferación de unidades hizo necesaria la adopción de un sistema lo más uniforme y adecuado posible. A la altura del invierno de 1813, se expuso a la Regencia del Reino el estado de abatimiento y desorganización de las fuerzas de caballería de los ejércitos nacionales de España.
Tras diversas pesquisas, se reconocieron hasta veintiocho regimientos de caballería: doce antiguos de línea, ocho antiguos de dragones, dos antiguos de cazadores, dos antiguos de húsares y cuatro modernos de cazadores de Sevilla, Valencia, Granada y Fernando VII. Cada regimiento constaba de cuatro escuadrones de dos compañías respectivamente. Tres oficiales, ochenta y un hombres y setenta y un caballos componían por término medio cada compañía. Los de cazadores de Sevilla y Valencia no requerían portaestandartes. En suma, aquellas fuerzas de caballería sumaban 140 jefes, 846 oficiales, 18.144 soldados y 15.904 caballos.
En aquel mismo momento, la caballería española contaba con 200 jefes y 2.000 oficiales. Su número era excesivo a todas luces y los teóricos 30.000 caballos se reducían considerablemente al no poderse concentrar tal número, con lo que las vacantes a cubrir se circunscribían a las necesarias.
A la Inspección General de Caballería se le propuso unir a los veintiocho regimientos citados otros, que serían refundidos, como el regimiento 1º ligero de lanceros de Castilla, al mando del brigadier Julián Sánchez. En la salmantina Lumbrales se darían cita todos los jefes, oficiales, tropas y monturas para su correspondiente arreglo al nuevo plan. A oficiales como los veintiséis sin destino del citado regimiento 1º se les podría asignar a los cuerpos de caballería a formar en Asturias, las Montañas y Vizcaya, a criterio de su comandante general Gabriel de Mendizábal, pero de manera más segura al gobernador de Ciudad Rodrigo. No era tarea sencilla dar destino a dos comandantes, cuatro portaestandartes, cinco capitanes, siete tenientes, cinco alféreces y otros tres alféreces de escuadrones francos. Las angustias del sobrecargado escalafón de oficiales, tan determinantes en nuestra Historia Contemporánea, ya estaban bien presentes.
Fuente.
Archivo Histórico Nacional, Depósito de la Guerra, Diversos-colecciones, 95, N. 53.
Víctor Manuel Galán Tendero.
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