LA NUMANTINA PUEBLA CONTRA NAPOLEÓN III. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

14.12.2020 09:07

                Entre 1862 y 1867, el emperador francés Napoleón III intentó imponerse en México, llegando a instaurar el gobierno de Maximiliano de Austria, aprovechándose de la división política del país y de la guerra de Secesión norteamericana. La excusa se la brindó la suspensión del pago de la deuda externa, durante dos años, ordenada por Juárez en 1861. A los franceses se unieron británicos y españoles (comandados por Prim) en una expedición que tomó Veracruz y el control de sus aduanas hasta forzar un acuerdo.

                Los franceses, con intenciones que iban más allá, tomaron Orizaba en marzo de 1862, con el pretexto de huir de los problemas sanitarios del territorio de Veracruz. Tras la retirada de sus aliados españoles y británicos, avanzaron hacia el interior mexicano. El 28 de abril el general Lorencez venció en el paso de Alcuzingo al general Zaragoza, que se replegó a la estratégica Puebla, clave a la hora de alcanzar la capital mexicana. La plaza ya había sido atacada por los estadounidenses en 1847.

                En esta ocasión, las ventajas parecían decantarse del lado francés. Sus 6.000 infantes disponían de fusiles de ánima rayada, al igual que sus cañones, y de granadas explosivas, mientras que los 4.000 soldados mexicanos contaban con fusiles de ánima lisa, mosquetes de llave y antiguos cañones españoles. También corría el rumor que los poblanos eran contrarios al gobierno de Juárez y que franquearían las puertas a los franceses, pero se impusieron los sentimientos patrióticos por encima de todo entre aquéllos.

                Zaragoza desplegó sus fuerzas en una línea atrincherada al Norte de la ciudad, sustentada en los fuertes de las colinas de Loreto y Guadalupe. El 4 de mayo, Lorencez ordenó el asalto del de Guadalupe, tras un bombardeo. Comenzado a 2.000 metros de distancia, en buenas condiciones para los asaltantes, el general francés ordenó avanzarlo, perjudicando su línea de tiro y malogrando la efectividad del ataque de infantería. Con los franceses empantanados, Zaragoza ordenó atacar a la caballería de Porfirio Díaz, futuro presidente y dictador de México. La lluvia complicó la situación de los franceses, que tras dos días de espera se retiraron a Orizaba.

                La victoria en Puebla del 5 de mayo fue muy celebrada y granjeó una gran popularidad al gobierno de Juárez, dentro y fuera de México, especialmente en América. El imperio de Napoleón III, consciente de su prestigio perdido, no se resignó a la derrota y emprendió nuevos esfuerzos. El 21 de septiembre llegó a México un veterano del notable asedio de Sebastopol, el general Forey. Para marzo de 1863 llegó a reunir una fuerza de 18.000 infantes, 1.400 infantes, 2.150 artilleros, 450 ingenieros, 56 cañones modernos y 2.400.000 cartuchos y proyectiles de todos los calibres.

                Los mexicanos no permanecieron ociosos, durmiéndose en sus laureles, y fortalecieron las defensas de Puebla, al mando del general González Ortega, mientras el general Comonfort se mantendría vigilante en los alrededores con su fuerza móvil. En febrero del 63, Juárez inspeccionó la población y llegaron desde Tampico y Jalapa rumores de retirada francesa.

                Todo lo contrario, el 16 de marzo iniciaron un asedio en toda regla. Forey puso su cuartel general al Sur de la plaza y ordenó excavar a su alrededor trincheras y líneas de acercamiento de sitio durante cinco días. Al sexto, mandó bombardear durante cuatro días la posición del fuerte de San Javier, al Oeste de la ciudad.

                Tras un primer asalto infructuoso, los franceses lograron tomarlo en un segundo el 29 de marzo. Conscientes del valor de tal punto, los mexicanos habían emprendido a las espaldas del fuerte labores de fortificación. Alzaron barricadas en las calles, comunicaron las casas por agujeros en sus paredes medianeras y se dispusieron a luchar palmo por palmo.

                El avance francés fue tan pírrico como costoso a partir de entonces, hasta tal extremo que el 11 de abril los oficiales pidieron a Forey levantar el asedio, pero el general se mantuvo firme. Además, las fuerzas de Comonfort interceptaban las comunicaciones de avituallamiento francés con Orizaba y Veracruz. En la hacienda Camarón se libró un encarnizado combate entre los soldados mexicanos y los de la Legión Extranjera por la posesión de un convoy con 3.000.000 de francos, que al final quedó en manos francesas.

                La noche del 8 de mayo, los franceses atacaron con éxito el campamento de Comonfort, mientras mermaban las energías y los recursos de los defensores de Puebla, que llegaron a comerse las hojas de las naranjas ante la atroz falta de alimentos. A 12 de mayo cayó el fuerte del Carmen y el general Ortega se vio obligado a iniciar conversaciones de capitulación, consumada el 17 de mayo.

                Puebla había caído y los franceses avanzaron hacia la capital, de la que tuvo que escapar Juárez con sus limitadas fuerzas hasta San Luis de Potosí. Al final, Napoleón III no se saldría con la suya y Puebla se convirtió en un ejemplo más de numantinismo en el agitado siglo XIX.

                Para saber más.

                Percy Falcke, Maximilian in Mexico. The story of the French intervention (1861-1867), Nueva York, 1914.