LA NUEVA RECONQUISTA DE LA SANTA HERMANDAD.

14.04.2018 10:53

                “En aquellos días, los hombres tiranos y robadores, y otras gentes de malos deseos, podían robar, tiranizar y señorear a los pueblos. Y ni en lo civil ni en lo criminal podía ser administrada la justicia, porque sin temor ninguno se hacían fuerzas, muertes, robos e injurias. En las casas, en las ciudades, en los pueblos, en los caminos y generalmente en todas las partes del reino ninguno dejaba de cometer cualquier fuerza, ninguno pensaba tener obediencia, sujeción y pagar lo que debía al otro. Y por esta causa el reino estaba lleno de latrocinios, crímenes y fuerzas en todas partes, sin temor de Dios ni de la justicia.

                (…)

                “Y se hablaba muchas veces en los pueblos de hacer algunas Hermandades o dar alguna orden entre sí para remediar tantos males y fuerzas como continuamente se sufrían. Pero les hacía falta persona que tuviera celo e hiciera alguna congregación de pueblos en que se diese orden para remedio de aquellos males. Porque el rey y la reina, como quiera que castigaban lo que podían, por el impedimento de la guerra que con el rey de Portugal tenían no les daba lugar para remediarlo como quisieran.

                “Esta plática venida a noticia de un caballero que se llamaba Alfonso de Quintanilla, contador mayor de cuentas del rey y de la reina, natural de las Asturias de Oviedo, y don Juan de Ortega, provisor de Villafranca de Montes de Oca, sacristán del rey, natural de la ciudad de Burgos, doliéndose de la corrupción  y males que veían en la tierra, hablaron con el rey y con la reina para saber primero de ellos si les placería que se hiciese alguna congregación de pueblos para ordenar entre sí Hermandad (…)

                “Y hablaron con algunos hombres principales de las ciudades y villas de Burgos, Palencia, Medina, Olmedo, Ávila, Segovia, Salamanca, Zamora y de aquellas partes, mostrándoles los males y daños que padecían, y cuán mayores los esperaban si con tiempo no se remediasen. Estos, cada uno en sus pueblos, hablaron y platicaron esta materia, y al fin todos tuvieron su acuerdo, que cada ciudad y villa enviase sus procuradores para que se juntaran a día cierto en la villa de Dueñas.

                (…)

                “Visto tal por aquel caballero Alfonso de Quintanilla y por el provisor de Villafranca (…), acordaron hablarles acerca de aquella materia. Y todos juntos, aquel caballero les habló de esta manera:

                “-No sé yo, señores, cómo se puede morar tierra que su destrucción propia no siente, donde sus moradores han venido a tan extremo infortunio que han perdido ya la defensa que aun a los animales brutos es otorgada. No nos debemos quejar por cierto, señores, de los tiranos, pero quejémonos de (…) nuestra discordia y nuestra malo y poco consejo que los ha criado (…). No heredasteis por cierto, señores, esta sujeción que padecéis de vuestros antecesores, que como quiera que fuesen pequeño número en aquella tierra de las Asturias, de la que soy natural, pero con deseo de libertad, como varones, ganaron la mayor parte de las Españas, que ocupaban los moros enemigos de nuestra santa fe, y sacudieron de sí el yugo de servidumbre que tenían.”

                Fernando del PULGAR, Crónica de los Reyes Católicos. Edición de Juan de Mata Carriazo, Granada, 2008, Vol. 1, pp. 230-233.

                Selección y adaptación al castellano actual de Víctor Manuel Galán Tendero.