LA METRÓPOLIS COMERCIAL DE BURGOS.

29.03.2018 15:38

                Los castellanos medievales, del Norte del Duero a las Canarias.

                La puerta de Santa María de Burgos fue remodelada entre 1536 y 1553 para ofrecer a todos los que accedieran por allí una viva ilustración del orgullo histórico de la ciudad. La imagen de la Virgen, protectora de Burgos, corona su estatuaria. En el tramo inmediatamente inferior figura su ángel custodio, con una réplica de la ciudad sostenida en su mano izquierda, y en el siguiente Carlomagno es flanqueado por el conde Fernán González y el Cid a su derecha e izquierda respectivamente. En el inferior, la imagen del conde Diego Rodríguez Porcelos (fundador de Burgos) es acompañada por la de los jueces de Castilla Nuño Rasura y Laín Calvo también a su diestra y siniestra. A sus pies, se abre el arco de tan singular obra del plateresco. Bajo Carlos V, pasada ya la guerra de las Comunidades, Burgos ensalzaba su condición de cabeza de Castilla y cámara del rey nuestro señor. Cuando murió Juan I en 1390 y se fue estableciendo la regencia de su hijo Enrique III, Burgos defendió la convocatoria de Cortes, en las que a veces disputó con Toledo sobre la primacía en el reino. Desde 1221 se habían emprendido notables obras en su magnífica catedral, que atrajeron en el siglo XV a arquitectos como Juan de Colonia, fundador de un renombrado linaje de artistas. Sus magnates, caballeros y mercaderes destinaron parte de su dinero al embellecimiento de la urbe (a través de pagos, préstamos y de legados piadosos) para erigir capillas, templos, hospitales, palacios y murallas. El punto defensivo del extendido reino de Asturias del siglo IX se había transformado con el correr de los siglos en una gran ciudad.

                Sus lazos económicos y sociales con los Países Bajos fueron muy vigorosos ya antes de la llegada de Carlos de Habsburgo. A principios del siglo XVI su número de habitantes se ha estimado en unos 12.000, cifra modesta en comparación con los más de 20.000 de Bruselas, Amberes y Lieja, los más de 40.000 de Brujas o los 45.000 de Gante, la localidad donde nació el emperador don Carlos. Sin embargo, compartía con aquellas ciudades no poco, al estar regida por un poderoso patriciado y haber desarrollado una vivaz actividad mercantil desde hacía siglos.

                El trazado del Camino de Santiago pasaría por sus calles de San Juan, San Lorente y Tenebregosa, lo que fue un notable acicate para su despegue entre los siglos XI y XII. La población descendió hacia el llano, en dirección a la ribera del Arlanzón. En esta zona se celebró el mercado concedido por Fernando III en 1240. Los burgaleses estuvieron en condiciones de servir a aquel rey con largueza en sus empresas de conquista. Ramón de Bonifaz, perteneciente a uno de los linajes rectores de Burgos, comandó la flota castellana en la toma de Sevilla. Allí se asentaron a lo largo de la Baja Edad Media no pocos hombres de negocios burgaleses, que además de productos tan cotizados como el aceite hallaron una buena oportunidad para promocionarse.

                Burgos se convirtió en un nudo de enlace entre el Sur de la Península y el Norte europeo. En 1285 sus negociantes vieron confirmada por Sancho IV su exención tributaria por el camino real hasta Palencia, y entre 1304-09 de Fernando IV la de sus carretas y acémilas por las rutas del reino. Antes de la formación en 1296 de la Hermandad de las Marismas, Burgos mantuvo estrechas relaciones con Vitoria, Medina del Pomar, Laredo, Castro Urdiales y Santander como puntos de salida de sus mercancías hacia los Países Bajos. A cambio de las lanas castellanas y del hierro vasco, obtenían de allí cotizados textiles y productos metálicos de todo tipo. La presencia de los burgaleses se hizo visible allí a principios del siglo XIV. Inglaterra fue algo más que un punto de atraque en la ruta flamenca, y el mercader Andrés Pérez de Castrogeriz gozó de la confianza del rey Eduardo II. Su fortuna le permitió prestar mil maravedíes para la muralla de Burgos en 1313.

                La comunidad mercantil burgalesa evadió con frecuencia las prohibiciones de exportación de productos vedados por la monarquía. A veces lo resolvió pagando una fuerte indemnización, como los 101.000 maravedíes ofrecidos a Alfonso X en 1281. Para el patriciado de Burgos el control tributario era fundamental, tanto para evitar cargas enojosas como para lograr suculentos fondos con su gestión. Del mismo Rey Sabio consiguieron tributar el diezmo de la mar solo a la entrada de los puertos de Castilla, y sus naturales se convirtieron en agentes de las aduanas reales del Cantábrico. De Alfonso XI, además de la feria de San Juan, lograron algunos en 1339 el derecho a exportar anualmente a Montpellier o Flandes un rocín valorado en 400 maravedíes.

                Burgos, como cabecera de su territorio, también ejerció una valiosa autoridad fiscal. En Miranda de Ebro, Pancorbo, Muñó, Lara y Barbadillo del Mercado cobró rentas y nombró a sus oficiales. Un patriciado de mercaderes y de caballeros afirmó su poder, no sin contradicción, sobre la ciudad a lo largo de la Baja Edad Media, con independencia del peso de algunos magnates, como los Estúñiga, alcaides de su fortaleza y condes de Plasencia. En 1345 Alfonso XI estableció el consistorio de regidores aquí, lo que no aquietó precisamente su vida política, pues en 1426 el conde de Castro dio una sentencia arbitral entre el patriciado y el común. Las luchas políticas castellanas determinaron la intervención en 1465 de Pedro de Velasco en nombre de Enrique IV, que instó a la entrega de los puntos fuertes de la ciudad. Se ha considerado que en 1475 el poder del patriciado fue restaurado. Mientras el comercio burgalés había proseguido su expansión, y si en 1455 se había establecido su universidad o comunidad organizada de mercaderes, en 1494 los Reyes Católicos aprobaron su Consulado, que ponía fin a la anterior Hermandad de las Marismas. La exportación de lana era de gran valor para los hombres de negocios burgaleses, la Mesta y la monarquía, aunque algunos sectores (como el de los pañeros de varias localidades) mostraran otras preferencias. La prosperidad de Burgos se encontró en el corazón de la economía de la Castilla de comienzos de la Edad Moderna, no exenta de controversias como las que llevaron al estallido comunero.

                Víctor Manuel Galán Tendero.