LA MARSELLESA. Por Gabriel Peris Fernández.
La Marsellesa ha sido y es algo más que el himno de la república de Francia. También ha sido el himno de la libertad para muchos revolucionarios del mundo, como los españoles, desde el siglo XIX.
El 20 de abril de 1792 se declaró oficialmente la guerra entre la Francia revolucionaria, que terminaría decapitando a Luis XVI, y Austria, de donde era originaria la reina María Antonieta. Los franceses comenzaron a movilizar sus fuerzas a despecho de la descomposición de los cuadros del ejército del Antiguo Régimen. Alboreaba la era del soldado ciudadano, que combatía por devoción a la patria y no por una retribución como las tropas mercenarias anteriores. La motivación de aquellos nuevos soldados era algo esencial, en consecuencia.
Por las calles de Estrasburgo marcharon las tropas francesas que iban al frente, cansadas tras varias jornadas. El alcalde de la ciudad y un joven oficial, Rouget de L´Isle, observaron entristecidos la escena, pues aquella no era la manera más adecuada de acudir al frente por la salvación nacional. El alcalde encargó al oficial, también músico y poeta, una composición que pronto se haría famosa.
Pronto fue enviada al general en jefe del ejército francés del Rin, el mariscal Lukner, recibiendo su bautismo de fuego. Los periódicos la popularizaron entre un amplio público. Al final se le conocería como la Marcha de los marselleses o La Marsellesa, porque las tropas procedentes de Marsella, con muchos convencidos guardias nacionales revolucionarios, la entonaron con gran vigor a su entrada en París.
Así era la letra de la versión española de la Marsellesa de tiempos de la II República, según la adaptación del compositor Manuel Fernández Caballero para la zarzuela La Marsellesa (1876):
“A los hijos de la Patria
glorioso día luce ya.
Otra vez el sangriento estandarte
los tiranos se atreven a alzar.
¿Oís rugir por la campiña
a esa turba salvaje y audaz?
Degollar nuestros hijos desea
para ahogar en nuestra sangre su idea.
¡El arma preparad,
no hay tiempo que perder!
Marchad, marchad,
a defender la santa Libertad.
Mirad las hordas de traidores
que el suelo patrio van a hollar.
¿Para quiénes son esas cadenas
que forjando iracundos están?
Son para ti, pueblo querido;
presto ve tal afrenta a vengar;
el furor en tu pecho despierte,
busca ya la victoria o la muerte.
¡El arma preparad,
no hay tiempo que perder!
Marchad, marchad,
a defender la santa Libertad.”
Como puede verse, los ecos de la Marsellesa llegan muy lejos.