LA LUCHA POR ANTIOQUÍA (1097-98). Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Las tropas de los cruzados llegaron en octubre de 1097 a las inmediaciones de una de las mayores ciudades del Oriente Próximo, Antioquía. La convocatoria del papa Urbano II el 27 de noviembre de 1095 no se había quedado en la nada.
Regida por los turcos selyúcidas, divididos entre sí, la plaza resultaba fundamental para afianzar el dominio de Tierra Santa, cuya más rica joya era Jerusalén. Su señor Yaghi Siyan expulsó a sus principales capitostes cristianos, temeroso que pudieran abrirles las puertas a los cruzados y a sus aliados bizantinos.
Los mares cercanos estaban controlados por las naves cristianas y a partir de noviembre comenzaron los cruzados a tender un puente de barcas sobre el río Orontes. Lo remataron con la fortaleza de Malregard frente al castillo de Harim o Harenc en diciembre. Las piezas del asedio ya estaban dispuestas.
El ataque directo contra la populosa Damasco hubiera resultado suicida y los cruzados se dispusieron a rendirla por hambre. A medida que el invierno fue transcurriendo los ánimos decayeron considerablemente. Los saqueadores hicieron de las suyas por los alrededores y las epidemias castigaron a los ejércitos de la cruz. Para colmo los asediados fueron socorridos con nuevos víveres.
En una atmósfera de malas relaciones entre los bizantinos y los cristianos occidentales se alzó en abril de 1098 la torre de Tancredo contra la plaza para estrecharla todavía más.
Los turcos intentaron poner fin al asedio uniendo sus fuerzas y una poderosa fuerza partió de puntos como Alepo el 31 de diciembre con tal fin. Los cruzados se encontraron entre dos fuegos. Sin embargo, la victoria les sonrió entre el 8 y el 9 de febrero de 1098 en la batalla librada en el cercano lago a la ciudad.
En un clima de renovados ímpetus las fuerzas de los cristianos armenios conquistaron el castillo de Harim. Llegó el 4 de mayo una nueva flota cruzada y con las fuerzas renovadas y sin un enemigo a las espaldas los cruzados se lanzaron al ataque.
Erigieron prudentemente una nueva fortaleza en el puente sobre el Orontes y atacaron con particular saña por los sectores Norte y Oeste. El 3 de junio de 1098 Antioquía cayó en sus manos, con la complicidad de algunos de sus defensores. El camino hacia Jerusalén aparecía mucho más despejado.