LA INSURRECCIÓN BRITANA CONTRA ROMA (60).

20.12.2024 10:22

               

                “En efecto, alejado el miedo con la ausencia del legado, los britanos comentaban entre ellos los males de su esclavitud, comparaban sus respectivas humillaciones y se irritaban al comentarlas: de nada les servía la paciencia sino para recibir órdenes más duras, dado que las soportaban dócilmente. En otro tiempo habían tenido un rey de cada vez; ahora se les imponía de dos en dos; de ellos, el legado se ensañaba en sus personas y el procurador en sus bienes. Tan desastrosa era para sus súbditos la discordia entre los gobernantes como la concordia de sus esbirros. Los centuriones del uno y los siervos del otro (los libertos del procurador) unían la violencia a las injurias; nada podía sustraerse a su avidez y capricho. En la batalla, el más valeroso es quien se lleva el botín, pero ahora gente floja y cobarde les arrebataba las casas, robaba sus hijos, les imponía levas, como si únicamente por su patria no supieran morir. ¿Qué contingentes habían pasado a la isla si se comparaban con sus propias fuerzas? En tal situación, las naciones germanas se habían sacudido el yugo (en el 9 de la era cristiana), y eso que estaban protegidos por un río, no por un Océano.

                “Los móviles de la guerra eran para ellos su patria, padres y esposas; para los romanos, la codicia y los placeres. Terminarían por retirarse como se retiró el divino Julio con tal de que emulasen el valor de sus mayores. Y no se echaran a temblar por el resultado de una o dos batallas; más ímpetu hay en los amparados por la fortuna, pero más tesón en los abandonados por ella. Hasta los dioses se compadecían de los britanos, pues mantenían al jefe romano alejado y relegado al ejército en otra isla. Por su parte, ya se habían sentado a deliberar, cosa muy difícil hasta entonces. Para terminar, en planes como aquéllos era más peligroso dejarse sorprender que adoptar resoluciones difíciles.

                “Animándose entre sí con estos argumentos y otros semejantes, emprendieron todos juntos la guerra al manda de Boudica (Victoria en celta), mujer de sangre real, pues no hay discriminación entre los sexos para desempeñar funciones de poder. Tras perseguir a los soldados desperdigados por los fuertes y asaltar guarniciones, llegaron a invadir la colonia (Camulodumun o Colchester), por considerarla el foco de su esclavitud: la ira y la victoria no omitieron ninguna especie de crueldad connatural a los bárbaros.”

                Tácito, Agrícola. Edición J. M. Requejo, Madrid, 2001, pp. 33-34.

                Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.