LA IMPLANTACIÓN DE LOS INSTITUTOS DE ENSEÑANZA MEDIA. APORTACIÓN DE LAS DIPUTACIONES PROVINCIALES. Por Mª Carmen Martínez Hernández
El sistema nacional de educación que conocemos, en el que la enseñanza secundaria es el eslabón entre la escuela primaria y la universidad, se configuró a mediados del siglo XIX hasta adquirir aquella carta de naturaleza y a ello, como señala José Ignacio Cruz Orozco, contribuyó la implantación de los institutos como algo específico y con un espacio particular propio de esa etapa formativa. Los primeros institutos fueron creados entre 1835 y 1873, siguiendo un modelo de implantación territorial de un instituto en cada provincia. No obstante, el sistema educativo no fue una de las mayores preocupaciones de la Administración decimonónica, de ahí que su asentamiento fuese paulatino a lo largo de tres décadas, escaso de planificación y desde 1870 las autoridades solo se dedicaron a atender los problemas que le planteaban los institutos sin más pretensiones.
Las diputaciones provinciales se plantearon la enseñanza secundaria como un tema prioritario para completar el equipamiento educativo básico provincial en una sociedad que demandaba un mayor grado de educación. La educación era una competencia que había asumido el Estado liberal, no entraba en las obligaciones de las diputaciones, pero la formación académica, desde la escuela primaria a la universitaria, no estuvo accesible para muchas personas en provincias escasas de escuelas primarias, de institutos de secundaria y carentes de Universidad y es ahí, solapando esas carencias, donde las diputaciones ejercieron una labor de mecenazgo, ya que entre las competencias que la legislación asignaba a las diputaciones sí estaba la de establecer y conservar servicios cuya finalidad era la comodidad de los habitantes y fomento de los intereses morales y materiales de la provincia.
Los institutos de segunda enseñanza se fueron ubicando en conventos extinguidos que por entonces estaban en manos de las diputaciones. Sabemos que en Segovia el instituto se instaló en el antiguo convento de jesuitas por reunir los requisitos de ser un lugar céntrico, espacioso y bien acondicionado, que era imposible de encontrar en otros lugares. Lo mismo sucede en el Colegio de Nuestra Señora de la Asunción de Córdoba, que estaba en pleno centro de la ciudad. En Pontevedra se había instalado en 1843 el Colegio Oficial de Humanidades, dependiente de la Universidad de Santiago, en el exconvento de la Compañía de Jesús, creándose el instituto de segunda enseñanza en 1845, pero su mantenimiento le resultó muy gravoso a la Diputación e intentó suprimirlo en varias ocasiones.
La cuestión financiera ralentizó el desarrollo de los institutos de secundaria. Los institutos debían ser financiados sobre el recargo de otros impuestos, a los que se sumarían las rentas derivadas de fundaciones desamortizadas con destino a la beneficencia y a la instrucción pública. No obstante, el desconocimiento real de cuales eran esas fundaciones y rentas y la rémora de los propios patrones y administradores ocasionaron demoras que incidieron negativamente en el funcionamiento del sistema educativo, hasta el punto que una Real Orden de 14 de noviembre de 1844 resuelve promover en todas las provincias el establecimiento de institutos de segunda enseñanza con rentas de fundaciones y obras pías, excepto las incorporadas al Estado.
Problemática resultó también la cuestión de la ubicación de los institutos pues no todos los viejos edificios desamortizados reunían las condiciones que inicialmente se veían, y las obras de transformación o la búsqueda de otros sitios para ubicar los institutos parecen ser un denominador común a muchas diputaciones. En Córdoba, el Colegio de Nuestra Señora de la Asunción, cuya fundación databa de 1569, al ser extinguida la Compañía de Jesús había pasado a ser patronato de la Corona, en 1826 fue convertido en colegio de humanidades y en 1835 queda bajo el patrocinio de la Diputación, convirtiéndose a partir de 1841 en instituto de enseñanza secundaria y culminando en 1847 con la fundación del mismo. El instituto contó en todo momento con la ayuda de la corporación provincial, orientada preferentemente a dotar el nuevo centro de un amplio pabellón para adecuar las instalaciones. En 1864 la Diputación accede a la ampliación del centro, pero reduciendo el inicial proyecto arquitectónico que rebasaba sus posibilidades económicas. Las obras se iniciaron en 1866, en 1867 se construye la nueva fachada del centro, que daba a la calle Diego de León y plaza de las Tendillas y es la que llega hasta hoy como instituto Luis de Góngora. Al iniciarse el curso de 1868 ya estaban terminadas. Otro centro importante de enseñanza secundaria en la provincia de Córdoba fue el instituto Aguilar y Eslava de Cabra.
Avatares semejantes corrieron los centros de enseñanza secundaria en otras provincias. Así, el instituto de segunda enseñanza de Albacete, aprobado en 1841, no fue una realidad hasta que la Diputación se hace cargo de él en 1842, fue ubicado en el suprimido convento de San Agustín, pero su mantenimiento resultó gravoso para la institución provincial por el desequilibrio entre el gravamen insoportable del instituto y los fondos que producía. En La Rioja, la Diputación tomó la iniciativa en la creación del instituto de segunda enseñanza en 1837, inaugurándose en 1843, comprometiéndose la corporación provincial a mantenerlo de sus arbitrios, aunque también recibió aportaciones privadas. En León, el instituto de secundaria se aprobó definitivamente en 1846, la Diputación provincial no solo intervino muy activamente en su creación, para la que tuvo que aprobar una serie de arbitrios provinciales, sino que corrió con el sostenimiento del instituto cuyos presupuestos fueron engrosados paulatinamente. Dependiente del instituto se creo un internado al objeto de facilitar el estudio de los forasteros en la capital.
Muchas fueron las dificultades iniciales de establecimiento y sostenimiento de los institutos de secundaria, no obstante éstos contribuyeron a producir cambios muy interesantes en la vida de los municipios, con su presencia no solo fue calando en la sociedad la toma de conciencia de la importancia de la mejora de la educación recibida en el bachillerato, sino también el considerable avance social que suponía un instituto para un municipio. Los ayuntamientos se fueron haciendo eco de las crecientes demandas sociales y se mostraron dispuestos a colaborar en el sostenimiento de institutos que solicitarían reiteradamente al Ministerio.
En el desarrollo de los institutos de secundaria y las crecientes e importantes consecuencias que supusieron para muchos municipios hay que destacar, siguiendo el importante trabajo de J. I. Cruz, la iniciativa del gobierno de don Miguel Primo de Rivera, durante los años del Directorio militar (1923-1930), porque introdujo cambios sustanciales en la vida local al reactivar la colaboración entre el Ministerio de Educación y las corporaciones locales, marcando unos mecanismos que no dejarán de ser empleados en el futuro y que, en cierta medida, han llegado hasta nuestros días. Desde aquel momento las diputaciones, que habían desempeñado un papel de primer orden en la enseñanza secundaria, pierden protagonismo y quedan como simples cooperadoras, mientras que los ayuntamientos y el Ministerio de Educación pasan a ser los agentes responsables de la segunda enseñanza. También merece destacarse la desaparición del modelo decimonónico de un instituto por provincia, pues si en los años veinte no había en España nada más que siete institutos fuera de las capitales de provincia, a principios de la década de los treinta había cuarenta. Se trató, pues, de la lógica consecuencia de la primera iniciativa política de cierta envergadura para ampliar el acceso al bachillerato desde 1870.
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https://iesgongora.es/historia-del-edificio/
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