LA IMPERATIVA ALIANZA ESPAÑOLA CON GÉNOVA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
El poder español tuvo que avenirse con la república de Génova por motivos estratégicos, navales y financieros en los siglos XVI y XVII. Las relaciones no fueron nada fáciles, pero eran necesarias. Los genoveses tampoco observaron con tranquilidad el predominio español, particularmente visible en Italia, aunque trataron de obtener buen provecho de su condición de aliados.
En 1635 el gobierno y la capitanía general de Milán fue encomendada a un veterano comandante en los Países Bajos y en el centro de Europa, el marqués de Leganés. Don Diego Mejía Felípez de Guzmán, en buenas relaciones con el conde-duque de Olivares, era yerno de don Ambrosio Spínola, el gran general de Felipe IV de origen genovés. Conocía bien el de Leganés lo que era tratar con el poder de Génova, en toda su extensión.
Hizo frente en 1637 a la coalición de Parma, Mantua y Saboya, con asistencia francesa, contra el poder español en Italia. Tuvo éxito, si bien debió de atender a las distintas cuestiones planteadas por los genoveses en aquel delicado momento.
Éstos trasladaban sus mercancías en las naves holandesas que surcaban las aguas del Mediterráneo. Los españoles las atacaron y tomaron su carga, particularmente un trigo que era esencial para la supervivencia de las gentes de la república de Génova. Se decidió restituírselo, aunque no gustaran ciertas de sus actitudes. Los genoveses que residían en España avisaban a sus conciudadanos para burlar las cargas fiscales, agravando los problemas de una Monarquía fuertemente endeudada, especialmente con casas financieras de Génova. Banqueros como Bartolomé Spínola lograron una gran relevancia en el Madrid de Felipe IV y el de Leganés propuso apartarlo con discreción de las decisiones de la Junta de Armadas, concretamente en lo tocante a la provisión de bizcocho y otras vituallas.
Se elaboró tal bizcocho en Finale, el marquesado de Liguria que Génova había intentado controlar en la segunda mitad del siglo XVI. Desde 1602 hasta 1707 lo dominaron los españoles en calidad de feudo imperial, resultando de gran importancia para asegurar la ruta de la Valtellina, en el vital Camino Español. Por mucho que Génova tratara amistosa y honrosamente a Venecia, poco amiga del dominio español en Italia, se debía de mantener la mejor relación, pues su colaboración era muy necesaria para asegurar tal Camino y poder trasladar dinero con destino a las tropas de los Países Bajos.
En el plano naval, también era muy oportuna su asistencia. Ante la carencia de ingenieros en la España de 1637, se recurrió a los servicios de Ansaldo Mari. A la ribera de Génova debieron ser enviados calafates para ayudar a la armada de don Antonio de Oquendo, carente además de hombres y pólvora. Tenía el deber de incorporarse a la escuadra de Nápoles, pero ante su estado tuvo que invernar en Mahón antes de dirigirse a Cádiz, donde se estaba formado una gran armada contra franceses y holandeses, que terminaría pereciendo en la batalla de Las Dunas. En medio de tal despliegue, llevarse bien con Génova era imperativo.
ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS.
Consulta del Consejo de Estado, legajo 3594, 19.