LA GUERRA CONTRA MÉXICO QUE DESCUBRIÓ LAS FRAGILIDADES DE EE. UU. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

08.12.2020 11:36

 

                En 1823, México extendía su territorio hacia el corazón de la América del Norte, heredero a su modo del virreinato de Nueva España, pero en 1848 perdió a manos de Estados Unidos toda la extensa tierra al Norte del río Grande. Estados Unidos se convirtió en un verdadero imperio continental tras una serie de campañas militares.

                Mientras el coronel Kearny se hacía con el dominio de Nuevo México a California, desde el punto de vista nominal, el general Taylor avanzó hacia el interior mexicano. Tomó Monterrey y venció en la batalla de Buena Vista de febrero de 1847, pero no persiguió con el ahínco oportuno para muchos a los mexicanos en retirada. El general Scott sería el encargado de desembarcar en Veracruz y dirigirse por la ruta de Cortés hasta la capital, en la que entraría el 14 de septiembre de 1847. México, dirigido temporalmente por el general Santa Anna, se encontraba en medio de una notable crisis política.

                La guerra, con todo, no fue un paseo triunfal para las armas de Estados Unidos y puso de manifiesto las fragilidades de la República imperial. Frente a unos 1.500 soldados caídos en combate, según ciertas estimaciones, sus bajas por enfermedades como la fiebre amarilla ascendieron a 10.000. El talón de Aquiles de los ejércitos de la época era la deficiente asistencia sanitaria.

                Sin embargo, el conflicto también tuvo bajas políticas. El 11 de mayo de 1846, el presidente Polk declaró en el Congreso que el territorio de Estados Unidos había sido invadido el 25 de abril pasado, cuando tropas mexicanas habían cruzado el río Grande. El argumento era discutible, pues desde 1845 se intentó comprar a México por treinta millones de dólares Nuevo México y California, una vez que la independiente Texas entró a formar parte de la Unión. Al negarse el presidente Herrera a tales tratos, Polk ordenó a Taylor ocupar la tierra comprendida entre los ríos Grande y Nueces en enero de 1846.

                Aunque los demócratas y los esclavistas secundaron calurosamente la iniciativa, sus rivales whigs no se mostraron nada complacientes. Juzgaron la guerra de ilegítima. No se arredraron cuando fueron tachados de traidores en diciembre de 1846 y en enero del año siguiente censuraron al presidente, aprovechando su mayoría en el Congreso. Lincoln estuvo entre los disconformes

                Los demócratas secundaron la guerra, pero la cuestionaron los whigs, tachados de traidores en diciembre de 1846. En enero del año siguiente, con mayoría en el Congreso, censuraron al presidente. Lincoln estuvo entre los disconformes. Los abolicionistas la contemplaron como una triquiñuela de los esclavistas para ganar más poder dentro de la Unión.

                El tratado de Guadalupe Hidalgo, del 2 de febrero de 1848, reconoció la contundente victoria de Estados Unidos, pero también demostró su fragilidad interna, origen último de su posterior guerra de Secesión.

                Para saber más.

                Christopher Conway (editor), The US-Mexican War. A Binational Reader, Indiana, 2010.