LA GRAN EPIDEMIA ITALIANA DE PESTE DE 1629-31. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La gran epidemia de peste que comenzó a asolar el Norte de Italia en 1629 causó extraordinarios estragos en la población de muchas ciudades y lugares hasta 1631. Su dramatismo no dejó indiferentes a literatos como Manzoni en el siglo XIX.
La guerra de sucesión por el ducado de Mantua, estratégicamente situado, interesó vivamente a las grandes potencias de la época de la guerra de los Treinta Años como España y Francia. Hacia allí se movilizaron importantes fuerzas en condiciones penosas, que fueron el desencadenante de una epidemia extendida en un tiempo de serias dificultades.
Según cifras ofrecidas por C. M. Cipolla en Historia económica de la Europa preindustrial (Madrid, Revista de Occidente, 1976, p. 165) la peste se cebó así sobre varias ciudades y sus territorios aledaños:
Ciudad Población Defunciones
Bérgamo 25.000 10.000
Bolonia 62.000 15.000
Brescia 24.000 11.000
Como 12.000 5.000
Cremona 37.000 17.000
Mantua 32.000 25.000
Milán 130.000 65.000
Padua 32.000 18.000
Parma 30.000 15.000
Verona 54.000 31.000
Venecia 140.000 46.000
Una gran parte de su población pereció: en Bolonia el 24 por ciento, Venecia el 33, Bérgamo el 40, Como el 41, Brescia el 46, Cremona el 46, Parma el 50, Milán el 50, Padua el 56, Verona el 57 y Mantua el 78. La tragedia de Mantua es clara. La Lombardía sufrió el mayor impacto.
Los cordones sanitarios no siempre funcionaron bien y la peste provocó problemas enormes entre unas gentes mal alimentadas y peor atendidas sanitariamente. ¿Qué importancia histórica tuvo esta epidemia? Más descubrir las carencias de su siglo que hundir las posibilidades de la economía lombarda, que con el tiempo se encontró en la vanguardia de la industrialización italiana.