LA ESTADÍSTICA MORTAL DE LA FIEBRE AMARILLA DE 1804. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

                Las enfermedades han castigado a la Humanidad a lo largo del tiempo con persistencia terrible. A partir de los últimos siglos, ya contamos con cifras de afectados, con todas las reservas, que nos permiten hacernos una idea más exacta de su virulencia. En 1863, Nicasio Camilo Jover incluyó en su Reseña histórica de la ciudad de Alicante el número de personas afectadas en distintos grados por la fiebre amarilla en aquella localidad, desde el 14 de septiembre al 7 de diciembre de 1804, según cálculos del 24 de diciembre del mismo año.

                La clasificación socio-profesional de las personas es curiosa a ojos actuales y sería muy distinta a la que haríamos a día de hoy. Con todo, el balance fue ciertamente espeluznante:

                Antes del contagio, el número de personas del vecindario era de 13.212, y después de 10.740. En estas cifras no se incluyeron los 745 individuos de clase de tropa. En menos de tres meses, una ciudad comercial y populosa como Alicante habría disminuido demográficamente en un 18´7%.

                La mortalidad fue más elevada entre los varones (39´9%) que entre las mujeres (20´8%), castigando a los párvulos o más pequeños en un 9´4%. Algunos grupos, como los curas parroquiales, los médicos o los cirujanos, pagaron un elevado tributo por su exposición al obligado trato social. Los soldados del regimiento de América encajaron un 34´6% de pérdidas. El servicio militar era tan duro como las mismas guerras, dadas las condiciones sanitarias de la época.

                Ante el miedo al contagio, muchos optaron por huir, hasta 2.104 personas (incluido algún que otro regidor municipal), con una elevada proporción de mujeres, que quizá sirviera para reducir su mortalidad. Las monjas de clausura, con todo, no pudieron acogerse a tal solución y la mayoría enfermaron, aunque solamente falleció el 21% de las mismas. Los cuidados paliativos y el trato humano ayudaron a varias a superar la enfermedad.

                La emigración o huida fue elocuente de la crudeza de la epidemia sufrida, pues solamente el 18% de todo el vecindario no se contagió sin marchar. El otoño de 1804 fue dramático para Alicante y otros puntos de España.

                Fuente.

                Nicasio Camilo Jover, Reseña histórica de Alicante, Alicante, 1863, pp. 40-41 del apéndice documental.