LA ESPAÑA DE HOY. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
De la Guerra Fría a la Globalización.
En 1991 se disolvió la Unión Soviética, de forma imprevisible años antes, y la Guerra Fría pasó a la Historia. España se encontraba en el bando vencedor, dirigido por los Estados Unidos, e intentó mejorar su posición internacional actuando como mediadora en Oriente Próximo e Iberoamérica.
Sus militares participaron en distintas misiones internacionales y las empresas españolas se fueron implantando en otros países. Se quiso mejorar en el exterior la imagen de España, que se tuvo que enfrentar a los retos de la Globalización, con un terrorismo islamista que golpeaba en distintos puntos.
El esfuerzo emprendido ha sido enorme y la España de hoy se encuentra muy alejada de la de la autarquía. Sin embargo, su poder duro es muy discreto y su poder blando o propagandístico-cultural se ha visto empañado recientemente. La conquista y colonización española en América se ha visto recientemente expuesta a una intensa polémica mediática. Su política exterior ha distado de suscitar el oportuno consenso entre las distintas fuerzas políticas. La posición a adoptar en las cuestiones de inmigración, el Sáhara Occidental, el conflicto en Ucrania y en el Oriente Próximo ha dividido incluso a los componentes de los últimos gobiernos de coalición.
En el mundo del futuro, España queda encadenada a las circunstancias de la potencia de Estados Unidos, a la expansión de la fuerza de China, a los movimientos de Rusia y a los vaivenes de la Unión Europea. Como jugadora internacional queda muy diluida, pero la expansión del idioma castellano por el mundo le brinda notables oportunidades.
La importancia de la Unión Europea.
El europeísmo es contemplado como una necesidad por la inmensa mayoría de la ciudadanía y de los grupos políticos, fruto de nuestro complicado pasado.
La Unión Europa es un mercado insustituible y la política económica española está muy determinada por sus instituciones, especialmente tras la adopción del euro. Sus aportaciones económicas resultan cruciales a todos los niveles, especialmente tras el impacto del coronavirus.
España es por población y PIB uno de los principales países de la UE, más todavía tras la salida de Gran Bretaña, pero no se encuentra en su centro directivo (el franco-alemán) y depende mucho de las alianzas puntuales con otros de sus socios. La suerte de la UE determinará la de la España de las próximas décadas, más allá de la asignación de fondos.
Los conflictos nacionalistas.
En los últimos años, las reivindicaciones del nacionalismo catalán han alcanzado una gran intensidad, proclamándose abiertamente independentistas. Desde el País Vasco y otros territorios son observadas con gran atención. La formación de un nuevo gobierno plantea delicadas cuestiones acerca de la amnistía y el ejercicio de la autodeterminación dentro del marco constitucional vigente.
La cuestión territorial o nacional ha saltado a la palestra y los debates sobre la naturaleza de España han vuelto. Mientras los independentistas defienden la formación de Estados propios, dentro de la UE, otros reclaman una mayor centralización, mientras el Estado de las Autonomías es zarandeado.
Lo cierto es que el Estado español no ha sufrido la suerte de la URSS o Yugoslavia. ETA no lo ha quebrantado después de muchos años de atentados terribles y el independentismo catalán no ha logrado imponerse. A día de hoy, las espadas están en alto y la resolución de la cuestión queda pendiente para el futuro.
La participación ciudadana.
En nuestro tiempo el desencanto con la política ha sido bien visible en más de una ocasión, traducido a veces en importantes cotas de abstención en las elecciones. La sensación de impunidad de la clase política se ha extendido al compás del descubrimiento de los distintos casos de corrupción.
Con todo, muchas personas han tomado parte en distintas plataformas y organizaciones no gubernamentales. La sociedad civil no se encuentra igualmente estructurada en todos los lugares, pero se moviliza por diferentes causas en los momentos considerados importantes, como por los problemas derivados de la España vaciada. La futura movilización política de España pasa por sus cauces.
El cambio de costumbres.
La España de hoy se ha desprendido generalmente de los modos rurales y tradicionales de hace un poco más de medio siglo. Sus gentes se encuentran insertas en las formas de comunicación y distracción de la Era de la Globalización. La internacionalización es clara.
A nivel familiar y doméstico la transformación ha sido enorme. La emancipación femenina ha avanzado. Muchas personas viven solas y las familias extensas van languideciendo.
La religión ha perdido peso en nuestra vida comunitaria y se ha pasado del paseo dominical al sábado noche en muchos casos. Tales cambios fueron impulsados por el espíritu provocador y transgresor de movimientos como el de la Movida de los años ochenta. Tal espíritu ha ido perdiendo mucho mordiente, pero el triunfo de los nuevos estilos de vida es incuestionable. La afirmación de los derechos LGTB o cuestiones como la del bienestar animal, no compartidas por todos, nos manifiestan una nueva visión de la vida.
Una población mayor, más diversa y envejecida.
En 1982 la población española era de 37.942.000 personas y se pensaba que en los años sucesivos iría mermando. Actualmente, en cambio, alcanzó las 48.345.223 en el segundo trimestre de 2023. Ha sido el crecimiento demográfico más importante de toda nuestra Historia.
La llegada de personas de otros países ha sido notable y actualmente los residentes extranjeros alcanzan los 6.335.419 oficiales. En gran medida hemos dejado de ser un país de emigrantes para convertirnos en uno de inmigrantes, lo que ha planteado, plantea y planteará sensibles problemas de integración e identidad, compartidos por otros países europeos.
Con una natalidad muy baja, vivimos más que hace unas décadas y los mayores de 65 años representan hoy el 19´3% de la población. Se estima que en el 2050 supondrán el 30%, lo que plantea sensibles problemas de cara al sistema de pensiones, uno de los logros del Estado del Bienestar. El drama de las residencias de ancianos durante la pandemia del coronavirus suscita importantes interrogantes.
La riqueza española.
La España de hoy es mucho más rica que la de 1980 en términos de PIB. En el 2019 alcanzó los 1.244.000 millones de dólares, muy superiores a los 230.189 millones de 1980.
El ingreso en el espacio europeo y los flujos de capital la han beneficiado enormemente. En los momentos más álgidos, anteriores al estallido de la burbuja inmobiliaria, su PIB rebasó al de Canadá y compitió con fuerza con Italia, aspirando con alcanzar a Francia. España podía estar entre los grandes de la economía mundial, pero la crisis económica desatada en el 2007 rebajó muchas de sus pretensiones.
En el futuro, España puede proseguir siendo un importante polo financiero, con todos sus riesgos, pero deberá de cuidar aspectos muy sensibles de su política económica e imagen internacional.
Paro, déficit y endeudamiento: la “Santísima” Trinidad.
El actual Estado español dispensa a través de sus administraciones importantes coberturas educativas, sanitarias y asistenciales, con un elevado coste, que hubieran sido difíciles de imaginar hace un siglo.
Sin embargo, la tasa de paro española es muy alta, del 13´7% en el 2019, antes del impacto del coronavirus. Dentro de la Unión Europea solo la superaba Grecia. En el segundo trimestre del 2023 se encuentra en el 11´6%.
En esta tesitura, su déficit ha aumentado preocupantemente y su endeudamiento se cerró en el 2019 con más del 95% de su PIB. Hoy en día alcanza el 111´2%.
Tales datos proyectan una sombra muy preocupante sobre su economía, muy fundamentada en el sector servicios (con el turismo como elemento destacado), y sobre la capacidad de su Estado para mantener los niveles de bienestar social, ciertamente estratégicos. En los años venideros, muchos debates políticos girarán alrededor de estos temas.
Una España más cálida.
La preocupación por el cambio climático ha aumentado entre nosotros, en parte gracias a la sensibilización ecologista. La España del siglo XXI puede ser uno de los países europeos más afectados por la subida de las temperaturas, con olas de calor cada vez más intensas y frecuentes. En este mes de octubre se han batido récords de temperaturas cálidas para esta época del año.
Una subida del nivel del mar lesionaría su saturado litoral, esencial para el turismo. La progresión de la aridez complicaría todavía más las cosas en la España vaciada, nada más y nada menos que la mitad de su territorio nacional. Los niveles de contaminación en las ciudades alcanzarían cotas muy preocupantes para la salud.
España ha sido durante un tiempo pionera en el campo de las energías verdes y cuenta con notables recursos naturales para ello. Las políticas ecologistas a veces son complicadas de encajar económicamente, pero es muy probable que irán aplicándose al compás de los acontecimientos, cuyo ritmo e intensidad futura desconocemos hoy.
El estado anímico.
En España se acostumbra a pasar, como en otros países mediterráneos, de la euforia al abatimiento con cierta facilidad, algo en lo que incurren desde destacados políticos a modestos ciudadanos de a pie.
La victoria en el Mundial de Fútbol de Sudáfrica en el 2010 fue celebrada hasta la extenuación, con un optimismo a prueba de bombas. En cambio, en los momentos críticos todavía es frecuente escuchar que este país no tiene solución, que es vergonzoso. Las cuestiones relativas a la memoria histórica y democrática han abierto intensos debates sobre nuestro pasado reciente, con importantes repercusiones políticas y sobre la manera de entender y definir a España.
Aunque no existe como tal un carácter español a lo largo de la Historia, lo cierto es que en este momento de nuestra Historia pasamos de un estado de ánimo a otro con cierta facilidad y en las próximas décadas es muy probable que prosigamos así, con razón o sin ella. El mercado para los autores de obras de Leyenda Negra o de Hazañas Bélicas parece a día de hoy bien asegurado, con los vientos de internet soplando a favor.
Nuestro futuro más inmediato.
A día de hoy, algunos comentaristas y políticos hablan sin ambages de la crisis del modelo político de la Constitución de 1978, con la llegada a la vida adulta de las jóvenes generaciones.
Es cierto que tal modelo suscita críticas y encara dificultades que años antes hubieran sido impensables, pero no sabemos si será capaz de preservarse, de evolucionar o de colapsar finalmente. Todo dependerá de la geometría de las fuerzas políticas, la mentalidad imperante y la gravedad de los problemas planteados.
Las lecciones de la Historia.
La historia a veces no sirve de nada, pues pocas personas se toman la molestia de aprender de sus lecciones. Los pocos que lo intentan, por otro lado, no acaban de aplicarlas siempre bien. Incluso lo hacen muy mal, sin entrenarse para ello.
Al menos, eso sí, se pueden desprender tres lecciones positivas sobre nuestra Historia Contemporánea:
- España no ha sido una excepción dentro del mundo europeo y occidental, por mucho que el franquismo impusiera sus condiciones, y ha sufrido dificultades y conocido alegrías similares a las de otras de sus hermanas.
- También ha padecido fuertes desastres, algunos reales y otros no tanto, pero ha sabido sobreponerse a los mismos y alcanzar algún que otro éxito.
- A más de uno en su Historia le ha salido el tiro por la culata, desde Napoleón a Franco, ejemplo de la complejidad de los hechos que componen una situación histórica, no susceptible de ser caricaturizada.
Ahora toca a la juventud escribir una página más de la Historia de la veterana España. Al menos que el día de mañana sus descendientes tengan comprensión con sus acciones y las circunstancias en las que vivieron.