LA EMIGRACIÓN EUROPEA A ARGELIA (1836-81). Por Gian Franco Bertoldi.
En 1830 Francia emprendió la conquista de Argel, en aquel entonces una teórica regencia del imperio otomano cuyos corsarios habían causado notables problemas a los pueblos del Mediterráneo cristiano desde el siglo XVI. El impulso conquistador de los franceses prosiguió más allá de la monarquía de Carlos X. La de Luis Felipe de Orleans, el Segundo Imperio de Napoleón III y la Tercera República también contribuyeron a extender los dominios franceses en el Norte de África, fundamento de la moderna Argelia, que ahora incluye el interior del Sahara.
La administración francesa no se limitó a exigir obediencia y a controlar a las poblaciones nativas de la compleja realidad geográfica argelina, sino también a animar la colonización europea del territorio, pese a que las grandes compañías y los terratenientes arrendaran en muchas ocasiones sus parcelas a los árabes y a los bereberes.
Entre 1836 y 1881, cuando se produjo la matanza de Saida, se llegaron a establecer en el territorio argelino unos 343.431 europeos, principalmente franceses, españoles e italianos, que le imprimieron al territorio un carácter menos militar del que hubiera podido tener. La colonización europea comenzó por las grandes ciudades como Argel y Orán (antigua plaza española) y se prolongó por los campos no sin riesgos. Atrajo no sólo a funcionarios y profesionales liberales en busca de ascenso, sino también a agricultores de todo género que pretendieron mejorar su suerte.
En 1836 ya se registraron 11.782 europeos en los dominios franceses, de los que el 46´5% eran franceses, 37´8% españoles y 15´7% italianos, una combinación que marcaría la colonización de Argelia en lo sucesivo.
En 1841 se constataron 29.683, con un índice de crecimiento del 152 y del 30´4% anual, pese a la declarada hostilidad de Abd al-Qadir en el Oranesado. Ahora los franceses aumentaron al 56´7% de todos los efectivos y los españoles se redujeron al 32´8% y los italianos al 11%.
Diez años más tarde se alcanzó la cifra de 115.163, disparándose el crecimiento al 288 en números índices y situándose en el 28´8% al año. Los franceses llegaron al 57´3% y los españoles al 36%, mientras los italianos descendieron al 6´7%. La crisis social, económica y política de 1847-48, que culminó en la gran revolución de la Primavera de los Pueblos, afectó a grandes áreas de Francia y España. En tierras de Almería, Murcia, Valencia (especialmente de Alicante), parte de Cataluña y Baleares muchos probaron fortuna como trabajadores en la vecina Argelia francesa, pese a concitar el desprecio de sus autoridades militares, que los contemplaron como una extraña mezcla de nómadas y disidentes. Algunos también emigraron por razones políticas. Los italianos encontraron su salida en otros puntos, como el revolucionario Garibaldi que marchó al Uruguay.
En 1872, ya derrotada Francia por la Prusia convertida en el imperio alemán, el crecimiento global se había ralentizado al 90 de número índice y al 4´3% anual, registrándose una población de origen europeo de 219.297 personas, en la que los franceses representaron el 59% junto a un creciente 8´5% de italianos y un descendente 32´5% de españoles, fruto del incipiente desarrollo económico de su país y del despegue de Cuba.
En 1881 ya se llegó al número de 343.431 europeos con un índice de crecimiento del 56 y el 6´2% anual. En esta población los franceses representaron el 46´4%, los españoles el 33´3% y los italianos alcanzaron el 20´6%, resultado de las insuficiencias sociales y económicas de su nuevo reino unificado. De todos modos, la presencia de los tres grupos modificó la sociedad y el territorio de una parte significativa de Argelia, la más urbana y litoral, con importantes consecuencias de cara al futuro en lo cultural y en lo político.