LA DISPOSICIÓN DE LAS CALZADAS ROMANAS EN HISPANIA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

09.01.2015 07:56

                

                La Hispania romana fue consustancial a sus grandes arterias, las famosas calzadas. Fueron forjadas por los nuevos señores de la Península, facilitando sobremanera su dominio.

                Muy posiblemente los avispados romanos hicieron buen uso de rutas anteriores, de eficacia ya probada en el comercio y en el desplazamiento de personas, como los caminos de la Vía Hercúlea que terminó convirtiéndose en la Augusta. Desde la Edad del Bronce la desembocadura de los ríos Tinto y Odiel estaba enlazada con las tierras atlánticas.

                Necesitados de buenas comunicaciones terrestres, los romanos hicieron un buen uso de aquéllas sin desdeñar las rutas marítimas que surcaban la fachada peninsular. El mar resultaba más rápido a la hora de viajar que los caminos de la tierra.

                Bajo el primer emperador, Octavio Augusto, se terminó de perfilar el mapa de las calzadas romanas de Hispania, que terminó por dibujar un auténtico cinturón periférico alrededor de la Meseta por motivos económicos, humanos y militares.

                La Vía Augusta que enlazaba Roma con Cádiz se juntaba por el Sur con la de la Plata a través de Mérida hasta alcanzar las tierras galaicas, complementada por la Vía Atlántica. La calzada del Norte cerraba el triángulo por Cantabria.

                Los lados de aquel triángulo se enlazaban también a través de la Meseta, actuando Toledo como punto de engarce entre Mérida y Zaragoza. De aquí arrancaría la futura relevancia de la ciudad del Tajo, que llegaría a ser capital de la Hispania visigoda, continuadora en muchos aspectos de la romana.

                La amplitud y el pavimentado de las calzadas constituían una garantía para los viajeros de toda clase. Los miliarios a cada kilómetro y medio, con dos metros de altura, daban una  cumplida información de las distancias recorridas por sus usuarios, que disponían a cada veinte o treinta kilómetros de una mansión o posada para descansar del camino.

                Viajar con la ayuda de las calzadas resultó un enorme avance en el terreno de las comunicaciones antiguas. El mismo Julio César cubrió el trayecto entre Roma y Córdoba en diecisiete días. A la caída del poder romano no es un azar que los visigodos, musulmanes e hispanocristianos las mantuvieran en uso según sus posibilidades. Indiscutiblemente fueron un hito en nuestra Historia.