LA CULTURA DE HALLSTATT, ENTRE EL MEDITERRÁNEO Y LAS LLANURAS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

09.03.2025 09:34

              

               La localidad austriaca de Hallstatt, próxima a Salzburgo, ha dado nombre a una cultura que se extiende entre el 1200 y el 450 antes de Jesucristo en líneas generales, desde finales de la Edad del Bronce a bien entrada la Edad del Hierro.

                La singularidad de su yacimiento arqueológico es que atesora miles de tumbas, las de las gentes que en aquella época laboraban en las cercanas minas de sal, elemento a la sazón muy valioso. Por ello, en sus ajuares se encontraron objetos de oro. Las piquetas de bronce, zapatos de cuero, sombreros y los restos de tela, hallados en los pozos mineros, dan testimonio de la intensa actividad de una comunidad muy organizada, con sus herreros, que alcanzó su plenitud entre los siglos VIII y V antes de Jesucristo.

               Los pobladores de aquellas tierras serían los herederos de las gentes de los Campos de Urnas, las comunidades del Bronce Final que incineraban a sus difuntos. La adopción del hierro por aquéllos no dejó de ser cadenciosa, pues todavía en el siglo -V la proporción de objetos de bronce era de siete a uno frente a los de hierro en los ajuares funerarios. Sin embargo, el cambio se produjo por razones internas y externas.

               Estas últimas han resultado más visibles, dada la afluencia de productos griegos y etruscos. Los comerciantes mediterráneos buscarían en la Europa Central sal, trigo y metales. Con todo, algunos autores han destacado la aportación de los contactos con los pueblos de las llanuras del Este europeo, como los tracio-cimerios, explicándose así la introducción de la tumba de carro de cuatro ruedas, el recurrir de nuevo a la inhumación (conviviendo con la incineración) y el empleo de arcos y flechas al modo de Anatolia, el Cáucaso y el Oeste de Irán. Las largas espadas de los primeros tiempos de la cultura de Hallstatt se elaboraron con hierro y cobre, pero las posteriores de antenas serían más cortas y férreas. Tanto por su longitud como por el contrapeso de su puño se han interpretado como las armas de unos combatientes a caballo, bien capaces de utilizar los carros de guerra.

               Emergió así una cultura aristocrática y guerrera, regida por príncipes. Sus asentamientos se fortificaron en mayor medida que en los tiempos pasados. La fortaleza de Heuneburg controlaba el curso superior del Danubio, acusando en su segunda fase de construcción la técnica mediterránea de muralla de adobe sobre basamento de piedra, al modo de la Magna Grecia, con bastiones rectangulares. Precisamente hasta este lugar llegaron ánforas de vino de Massalia y cerámicas áticas de figuras negras. Los túmulos funerarios resultaron significativos en esta región desde finales del siglo VIII antes de Jesucristo. El de Höchmichele, próximo a Heuneburg, albergó la llamada tumba del capitán de los arqueros, en la que se encontró un carro de dos ejes y un riquísimo ajuar con copas de vidrio y una túnica de seda.

               El influjo de la cultura de Hallstatt alcanzó con toda su fuerza hasta el centro de Francia, con sus fortificaciones y tumbas tumulares. La ciudadela de Mont-Lassois, en Borgoña, ha sido interpretada como la corte de la opulenta princesa de Vix. Su tumba de finales del siglo -VI, dotada de túmulo, guardaba una enorme crátera griega con volutas de bronce, de 1´64 metros de alta y 200 kilogramos de peso. Sobre la misma, yacía el cuerpo de la princesa, una mujer de unos treinta años. También se depositaron cuatro ruedas de carro desmontadas y objetos como copas de vino áticas de figuras negras o páteras etruscas de plata y bronce. Una vez alcanzada Massalia, los mercaderes trasladarían aquellos objetos a través del Ródano y del Saona.

               La expansión de la cultura de Hallstatt alcanzó más hacia el Oeste, pero se diluyó en el sustrato cultural del Bronce Final. Arreos de caballo de estilo tracio-cimerio se han descubierto en los Países Bajos, y elementos de un arnés en el País de Gales. Asimismo, las características espadas hallstátticas alcanzaron el valle del Támesis e Irlanda. Estos hallazgos se han interpretado más como posibles incursiones guerreras que de verdaderos movimientos de colonización. Sin embargo, los sistemas defensivos de parapetos de tierra y empalizadas de madera comenzaron a ser sustituidos en el -VII por murallas de piedra al modo de Hallstatt en algunos lugares de Gran Bretaña.

               El final de la cultura de Hallstatt y el comienzo de la de La Tène, la de una nueva fase de la Edad del Hierro en Europa Occidental, se ha explicado por diversos motivos. Se han invocado los cambios acaecidos en el comercio mediterráneo, que afectaron a la posición de Massalia. Su costosa victoria en la batalla de Alalia del 535 antes de Jesucristo no detuvo la expansión etrusca, que alcanzó el valle del Po y potenció la ruta mercantil del Tesino en detrimento de la del Ródano y del Saona.

               Estos cambios afectarían a la consecución de riqueza y al prestigio de las aristocracias hallstátticas, que se enfrentarían a algún tipo de contestación social a comienzos del siglo -V. según han sugerido los saqueos de algunas tumbas aristocráticas. El aumento de población en una buena parte de la Europa Central y Atlántica añadió nuevas oportunidades, pero también planteó otros problemas de distribución del poder y de la riqueza. Al final, las ciudadelas principescas cedieron su hegemonía a los oppida y las aldeas, y las sepulturas principescas a las más sencillas excavadas en la tierra, con ajuares más igualitarios. El carro de cuatro ruedas dio paso al de dos en las necrópolis, y las jefaturas tomaron el relevo de los principados. Emergían así los históricos pueblos celtas. No obstante, todo hubiera sido impensable sin las aportaciones de la cultura de Hallstatt.

               Para saber más.

               AA. VV., La civilisation de Hallstatt. Rencontré Internationale de Liège, ERAUL, 39, 1989.