LA CREACIÓN DEL ESTADO ZULÚ. Por Carmen Pastor Sirvent.
A finales del siglo XVIII comenzaron a producirse importantes cambios en el África austral. Británicos y neerlandeses se combatieron entre sí, lo que repercutiría inevitablemente en el futuro del territorio. También emergieron importantes poderes autóctonos.
Los guerreros zulúes llegaron a constituir un verdadero Estado bajo la jefatura de un dirigente que ha sido considerado el Napoleón africano, Shaka, capaz de sobrevivir a las luchas familiares y de edificar una sólida autoridad más allá de su persona.
Nacido hacia 1787, resultó ser un atento observador del arte de la guerra. Superó el viejo sistema de combatir de una formación frontal contra otra arrojándose las lanzas. Ingenió una azagaya que podía ser recuperada por sus guerreros, que ya no se veían constreñidos por determinados ritualismos.
La fuerza de choque de sus tropas se acrecentó al emplearse los escudos no sólo como medio de protección, sino también de ataque al propinar a los contrarios golpes formidables.
Las tropas tampoco entrarían en combate calzadas con sandalias, ya que al ir descalzas podían moverse con mayor celeridad. Shaka comprendió que la rapidez del movimiento era esencial en la guerra.
Sus tácticas se aprovecharon de tal rapidez de movimientos y sus tropas acometieron a sus rivales por los flancos como si del movimiento de un búfalo se tratara.
Bien podía decirse que entre los zulúes la guerra fue la prolongación de la política. La sociedad se organizó en verdaderos regimientos por edad y sexo en los que cada uno cumplía una función. Bajo la severa disciplina de cada jefe, los regimientos mermaron el ascendiente de los vínculos familiares y de linaje, que podían convertirse en fuente de lealtades contrapuestas.
A medida que los zulúes extendieron su poder sometieron a otros pueblos, que tuvieron que aceptar el sistema regimental y las imposiciones de la suprema autoridad, que en compensación permitió a algunos jefes vencidos permanecer al frente de sus gentes y territorio guardando la debida fidelidad.
Las dotes de organizador de Shaka no nos pueden hacer olvidar su crueldad, capaz de hacerle cometer grandes excesos. A la muerte de su madre, a la que estaba muy ligado, ordenó un riguroso luto que de aplicarse en todos sus extremos hubiera llevado a los zulúes a la hambruna al prohibir durante demasiado tiempo atender a los requerimientos de la agricultura y la ganadería.
En 1828 murió asesinado por una conspiración familiar el hombre que había forjado un verdadero Estado zulú.