LA CREACIÓN DE LA ARTILLERÍA NAVAL ASIÁTICA. Por Verónica López Subirats.
En el siglo IX los chinos lograron combinar, definitivamente, con gran éxito el salitre, el azufre y otros elementos en una mezcla ígnea que haría gran fortuna, la pólvora.
Los ejércitos la aplicaron más tarde a la guerra terrestre y los conquistadores mongoles, guerreros con sentido práctico de las cosas, la adoptaron en sus notables campañas. Los fundíbulos que arrojaban bombas de hierro fueron de gran eficacia a la hora de atacar ciudades fortificadas. Bien conscientes de su valor, los mongoles instalaron fundíbulos en sus naves de guerra. Cuando proyectaron conquistar el Japón en 1274, dotaron a su flota de semejantes armas.
Los fundíbulos demostraron ser demasiado pesados para sus embarcaciones militares, lo que desaconsejaba su empleo en alta mar si se pretendía mantener la deseada estabilidad. Actuaron, pues, como medios de bombardeo contra posiciones terrestres desde el mar, pero ante los japoneses no tuvieron la efectividad deseada. A las malas condiciones meteorológicas se sumó la estrategia de los japoneses, que no ofrecieron blancos compactos a sus rivales mongoles. Los samuráis supieron desafiarlos a combates cuerpo a cuerpo, en el que la ventaja de los fundíbulos quedaba anulada.
El fracaso mongol ante Japón fue un mazazo para el imperio mongol dominador de China, pero no por ello los asiáticos dejaron de experimentar a propósito de la artillería naval. Bajo la dinastía Ming, que logró expulsar a los mongoles del territorio chino, se elaboraron en el siglo XV barcos dotados de timón, distintos mástiles y varios compartimentos, más marineros y más capaces de llevar piezas de artillería. No obstante, en lugar de a los más pesados fundíbulos se recurrió a los arcabuces como arma de ataque.
Los chinos trataron por todos los medios de guardar sus secretos militares, conscientes del gran interés que despertaban entre otros pueblos como los coreanos, más o menos subordinados al Celeste Imperio. Una tradición cuenta que el hombre de ciencia coreano Choe Mu-Seon compró el secreto a un mercader chino, de tal manera que la Corea amenazada por los piratas nipones dispuso de naves dotadas de artillería. Más tarde los japoneses y otros pueblos asiáticos dispusieron de semejantes medios. Paralelamente, los europeos llevaron a cabo importantes transformaciones en sus naves de guerra, como bien demostrarían las carabelas de Vasco de Gama que llegaron a la India.