LA CONQUISTA DE BALEARES Y LA SEDE DE TARRAGONA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

14.09.2024 12:00

 

                En 1204 las fuerzas de los cruzados tomaron la ciudad de Constantinopla, mientras en el Mediterráneo occidental se trazaban planes de conquista. Se codiciaba el dominio de las Baleares, en poder definitivo de los almohades en 1203, por lo que el Papa Inocencio III accedió en 1205 ante Pedro II de Aragón a establecer una sede episcopal cuando Mallorca fuera conquistada. De hecho, el conde de Barcelona Ramón Berenguer III ya había emprendido junto a los pisanos una expedición contra tierras mallorquinas en 1114-5.

                La muerte de Pedro II en el campo de batalla de Muret en 1213 ocasionó un serio problema de orden político en la Corona de Aragón, con un Jaime I menor de edad. Para salir del trance, conforme a sus intereses, Inocencio III anunció en 1216 a los nobles de Aragón y Cataluña la formación de un consejo de regencia, cuyo procurador general era el conde Sancho y uno de sus consejeros el arzobispo de Tarragona Aspàreg de la Barca. Se debía preservar las treguas con los musulmanes para evitar complicaciones.

                El occitano de la Barca fue arzobispo de Tarragona desde 1215 a 1233, y llegado el momento fue partidario de la conquista de Mallorca, que podría fortalecer la autoridad del joven Jaime I y llenar sus necesitadas arcas. Según el Llibre dels feits, el arzobispo recordó al monarca que su salvación estribaba en sus buenas acciones, que también redundarían en provecho de sus súbditos. En junio de 1228 aquél entró, junto a otros magnates de Cataluña, en el acuerdo de conquista de Mallorca propuesto por Jaime I, por el que ofrecía tierras y bienes (como los derivados de lezdas o peajes) en proporción a su contribución militar. De no emprenderse la expedición, sería resarcido por los gastos, absteniéndose de toda disensión y conflicto.

                Además de una dignidad eclesiástica de primer rango, el arzobispo de Tarragona también era el comandante en jefe de una importante fuerza militar. En pugna con los seguidores del linaje de los Aguiló, los arzobispos habían concentrado tropas en su fortaleza desde mediados del siglo XII. Las dignidades de su capítulo catedralicio no se quedaron atrás: su camarero ordenó en 1186 a sus vasallos de Reus encontrarse bien armados. No en vano, Jaime I compensó en 1210 al arzobispo por el servicio militar de sus vasallos. Según Bernat Desclot, Aspàreg de la Barca condujo a cien caballeros y mil servidores a la conquista de Mallorca, unas cifras que se avienen bien con las comitivas armadas de sus treinta y siete vasallos y de los treinta y dos lugares del Campo de Tarragona al filo de 1250.

                Otras dignidades del capítulo catedralicio de Tarragona también acreditaron aptitudes guerreras y apetencias de riqueza, como el pavorde o administrador general Ferrer de Pallarès. Por su participación en la conquista de Mallorca, recibió una serie de donaciones entre el 31 de marzo y el 23 de octubre de 1230. Sin embargo, emprendió en 1232 un pleito con el rey por los bienes de su porción, que concluyó amistosamente en forma de composición. El pavorde se quedó con sus bienes urbanos y con los huertos y molinos del territorio mallorquín, pero sus alquerías y rafales se dividieron en tres partes, reservándose una al monarca. La división, no obstante, no se concretó hasta 1249.

                Una de las figuras de la iglesia de Tarragona, sin embargo, que más descolló en la conquista de Baleares fue Guillem de Montgrí, que llegó a administrar la sede tarraconense. Al mando de treinta caballeros, combatió en la conquista de Mallorca junto a su hermano Bernat. Ambos hermanos vieron una oportunidad en 1234, cuando el infante don Pedro de Portugal y el conde Nuño Sanç no hicieron efectiva la conquista de Ibiza y Formentera. Concertaron un acuerdo con ellos, dividiéndose la villa y fortaleza de Ibiza en tres partes. Guillem se reservaba una. Tras la conquista de Ibiza el 8 de agosto de 1235, le correspondieron dos de los cuatro distritos en los que estaba dividida la isla. Al fallecer en 1273, sus bienes pasaron a la mitre y al capítulo de Tarragona.

                El dominio de las Baleares, enclavadas en una encrucijada mediterránea, atrajo a otros, como a los pisanos, que confirmaron los convenios que suscribieran con Ramón Berenguer III, con la licencia de una alhóndiga y un horno en Mallorca. Para la iglesia de Tarragona fue una manera de acrecentar su poder y riqueza, especialmente para algunos de sus miembros.  

                Fuentes.

                ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL.

                Estado, 2724, Expediente 20.