LA CODICIADA RIBERA DEL NÍGER. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La actual situación política de Níger preocupa a nivel internacional, en el inseguro Sahel, azotado por la dureza del cambio climático, de la amenaza yihadista y por el nuevo enfrentamiento entre Rusia y los países occidentales. Lo que allí suceda puede alterar el tablero a favor de los partidarios de Rusia.
No es la primera vez que las orillas del Níger se convierten en un campo de batalla. En sus riberas la vida es menos hostil que más hacia el Norte, donde el desierto es el señor de la situación. Los bosques de hace milenios se fueron convirtiendo en sabanas aptas para la agricultura.
A comienzos de la Edad Moderna, aquella enorme región distaba de ser pobre, de ser reducida a un área marginal al modo de nuestros más inclementes días. Regida por el imperio songhay, sus islamizados gobernantes contaban con oro, sal y servidores, codiciados por más de uno. En el 1591, el imperio era presa de las guerras entre aspirantes al trono y cayó ante el ataque de los mercenarios (algunos de origen español) enviados por el sultán de Marruecos. Durante doscientos años, los marroquíes controlaron Tombuctú.
Sin embargo, no todos los pueblos del territorio aceptaron el Islam y la autoridad de los gobernantes musulmanes, como sucedió con los bámbara, una rama de los mandinga. Ya se resistieron al poderoso Mansa Musa I de Mali (1280-1337), y conformaron la sociedad komo de carácter animista. Organizados en clanes patrilineales, en su jerarquía social había sitio para las categorías de herreros y de narradores. Diestros agricultores, rendían culto a sus antepasados y a una divinidad creadora, junto a otras de rango menor asociadas a la tierra, el agua y el fuego. Según sus tradiciones, el mítico Chiwara (medio humano, medio antílope) les enseñó el arte del cultivo de la tierra. En su honor se celebraba una festividad anual con danzarines ataviados con máscaras de antílopes, en la que los hombres representaban al sol y a la tierra las mujeres.
Los bámbara crearon dos importantes Estados del Níger al Senegal: el de Segu y el de Kaarta. El primero, fundamentalmente al Este del actual Mali, duró del 1712 al 1861. Al Oeste, los bámbara descontentos con el gobierno de Segu conformaron el de Kaarta a partir de 1754.
Paralelamente, otros pueblos islamizados del Sahel crearon una serie de ciudades-Estado al Sur del Níger, los hausa. Expertos agricultores, salineros y herreros, se preciaban de de proceder de la mismísima Bagdad. En el siglo XVIII, el hambre los azotó, mientras sus gobernantes cobraban pesados e impopulares impuestos.
Tanto los Estados musulmanes de los hausa como los animistas de los bámbara se enfrentaron en el siglo XIX a la amenaza de los fulani. Su califato de Sokoto conquistó a gran parte de los primeros hacia 1808. Su más destacado gobernante, Umar Tall, lanzó a sus seguidores a la guerra santa, alcanzando el cénit de su poder a mediados del siglo XIX, en vísperas de la conquista francesa que alteraría el territorio.
Para saber más.
C. Coquery-Vidrovitch y H. Moniot, África negra de 1800 a nuestros días, Barcelona, 1976.