LA BUENA MONEDA ALFONSÍ QUE NO FUE. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
El logro de la buena moneda ha sido una de las guerras más importantes que podían ganar los reyes y sus vasallos en la Europa medieval. En los reinos de la Hispania cristiana, que adoptaron tipos monetarios procedentes del mundo islámico, hubo una preocupación muy destacada para conservarla, manifestada en las Cortes.
Desde 1173, Alfonso VIII de Castilla acuñó morabetinos o áureos alfonsinos, cuyo peso fue de 3´90 gramos, aunque llegaron a alcanzar los 4´20. En esta línea de acuñar numerario de raigambre islámica y valor, Fernando III ordenaría emitir las famosas doblas o dobles dinares almohades de 4´60 gramos de peso.
También se acuñaron los maravedíes chicos, equivalentes a medio morabetino, que equivalían a unos cincuenta dineros burgaleses. Cabe recordar que en 1218 el morabetino tenía un valor de noventa dineros burgaleses, ciento ochenta dineros pepiones de Castilla o noventa y seis dineros leoneses.
En consonancia con otros reinos de la Europa cristiana, Alfonso X pretendió aumentar la masa monetaria en sus dominios. Acuñó más piezas de plata y de vellón. En 1252, ordenó deshacer los pepiones anteriores a 1218 y emitir nuevos burgaleses.
Sin embargo, los problemas monetarios comenzaron a atormentar a Alfonso X. en 1258 se denunciaron grandes salidas de plata de sus reinos, consecuencia del desequilibrio de la balanza comercial. La revuelta mudéjar de 1264-5 agravó más si cabe la cuestión. El rey ordenó acuñar las monedas de guerra, alfonsíes, blancas o blanquillas, de inferior valor. Los desórdenes políticos posteriores acentuarían el alejamiento de la pretendida buena moneda.
Bibliografía.
Autores varios, Alfonso X. Aportaciones de un rey castellano a la construcción de Europa, Murcia, 1997.