LA BATALLA DE RÁVENA (11 DE ABRIL DE 1512).
“Entre tanto que estas cosas y aparejos se conçertavan para entrar en Françia por parte de España acaesçían los fechos de la guerra de Ytalia, de tal manera que no se pudo dilatar el ayuntamiento y la batalla que por fuerça avía de aver después de ayuntados entre los españoles y franceses. Finalmente el día de pasqua de resurreçión, en el año de mil e quinientos e doze se ayuntaron amos exérçitos de España y Françia en uno acerca de la ciudad de Rábena, que es en Ytalia. Allí ovieron su batalla y pelea que los españoles, aunque su propósito hera dilatar y evitar la batalla, viendo a ojo el exérçito francés, no dudando peligro alguno, por la honra de cavallería no pudieron hazer sino romper, y así començó la pelea y batalla muy agra entre los unos y los otros, en la qual muchos de amas partes murieron, cayeron y fueron feridos, y en poco tiempo muchas vezes estuvo dudosa la çema ventura de la vitoria, mas al fin, por poca destreza e constancia del capitán de nuestro exérçito, los enemigos sobrepujaron por la mucha matança que la artillería en los nuestros de España hizieron.
“No es de poner en olvido la fortaleza e grande ánimo que los infantes españoles a pie mostraron en este día, porque como casi a los primero encuentros por desdicha, e porque así fue ordenado de Dios, fueron desbaratados los hombres de armas y gente a caballo, lo qual, visto por la infantería de la gente a pie, todos se juntaron en uno, hecha una rueda y torno y ordenança, alderredor, e sofrieron todos los encuentros e ympetos que los hombres de armas franceses arremetiendo contra ellos fizieron. E tanta virtud e fortaleza de ánimo generoso mostraron, que catorze mil y más personas de hombres enemigos del exérçito francés por sus manos mataron, aunque a la fin la muchedumbre de los enemigos los çercaron por todas partes y los apartaron y rompiéronse entre sí, y los arrinconaron del campo, matando muchos dellos.
“Aunque esta vitoria obieron los franceses sangrienta y muy cara, a grande preçio que les costó, acaesçió después otra mayor grandeza de ánimo. Que después de así desbaratados los infantes españoles, otra vez los que escamparon de la muerte se tornaron uno a uno e dos a dos y hizieron comienço de batalla. Levantando su seña y pendón de batalla e pelea. Y estovieron en el campo alçado sus pendones e estandarte por la honrra del campo. E de aquel día y tanto fue el miedo que cogieron los franceses que se tenían por vençedores de la batalla pasada, que no fueron a cometer ni ir contra las reliquias de los vençidos.”
De Enrique IV al emperador Carlos. Crónica anónima castellana de 1454 a 1536. Edición de José Manuel Nieto, Madrid, 2015, pp. 162-164.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.