LA ATALAYA FRENTE AL SULTANATO GRANADINO.
Los castellanos medievales, del Norte del Duero a las Canarias.
Durante la Baja Edad Media, Castilla tuvo una dilatada frontera con el emirato de Granada. Conocidos romances popularizaron varios lances y hechos de armas acaecidos allí, ofreciendo de sus gentes una imagen caballeresca que no siempre se correspondió con la dura realidad. A ambos lados de la frontera numerosas personas vivieron de las incursiones, en las que se conseguía botín y se apresaban cautivos de toda condición. Espías y negociadores cruzaban con no poca soltura de una zona a otra. Por ello lograron a veces pingües beneficios.
Dentro de la línea defensiva establecida por los castellanos se encontraba Lorca, de singular importancia a la hora de vigilar la ruta entre la Alta Andalucía y Murcia. En el punto de mira de los conquistadores cristianos desde el siglo XII, capituló hacia 1244 ante el entonces infante don Alfonso y el maestre de Santiago. Dotada de un amplio alfoz o término, en Lorca se dieron cita caballeros, adalides, almogávares montados, almocadenes, ballesteros y peones prestos al combate, más allá de la explotación de la tierra.
La plaza adquirió una gran importancia estratégica, pues no solo fue el escudo del reino de Murcia frente a los granadinos, sino también del reino de Valencia, extendido a Alicante, Elche y Orihuela por Jaime II. Las noticias de Lorca, por ende, resultaron de gran relevancia para la misma ciudad de Valencia, al permitir conocer el estado de peligrosidad de la frontera, en la que los granadinos se mostraron activos. Entre las autoridades de Lorca y las de Orihuela también hubo una gran correspondencia, y más de un equívoco, ya que las alianzas de Castilla y Aragón a veces incluyeron a Granada en sus guerras con sus rivales cristianos. Jaime II de Aragón, que invadió el primigenio reino murciano en 1296, tomó Lorca en 1300 tras un fuerte asedio, aunque al final tuvo que restituirla a Castilla.
Las relaciones del concejo de Lorca con el adelantamiento del reino de Murcia navegaron entre la rivalidad y la cooperación. Bajo Alfonso Yáñez Fajardo II primó la segunda, tras no pocas luchas internas en el territorio murciano. En 1433 impulsó desde Lorca la conquista de los puntos fuertes de Xiquena y Tibieza, entre el territorio de aquélla y el de Vélez Blanco. La iniciativa animó nuevas campañas y en 1436 se habían tomado a los granadinos ambos Vélez, avanzando la frontera castellana hasta Vera.
Semejantes movimientos no fueron el prolegómeno de la conquista de Almería por los castellanos del reino de Murcia, y entre 1445 y 1447 los granadinos volvieron a demostrar su buen estado combativo lanzando importantes incursiones contra territorio murciano. En pugna con su familia, Muhammad X había alcanzado el poder y quiso demostrarlo, aprovechando la difícil situación interna de Castilla. En 1444 falleció el adelantado Alfonso Yáñez Fajardo II, y las facciones desgarraron Murcia: la del alcaide de Lorca Alfonso Fajardo el Bravo, contraria a la del marqués de Villena, recibió la ayuda de Juan II de Aragón e incluso de Granada. Las huestes granadinas retomaron lo perdido en 1433-36, y apresaron un gran número de personas.
En 1450 se concentró en el área almeriense una fuerza de 3.000 jinetes y 12.000 infantes granadinos, en teoría con la intención de atacar a los corsarios alicantinos. En realidad se atacaron puntos como el valle de Ricote, donde sus mudéjares marcharon junto a los granadinos. Juan II de Castilla tuvo que firmar treguas con Granada, que pronto fueron rotas. Los ataques prosiguieron, en vísperas de la toma de Constantinopla por los turcos otomanos de Mehmet II, ya que eran una fuente de prestigio para los mandatarios granadinos. Por entonces Muhammad X había conseguido desplazar a su sobrino Muhammad IX.
En 1452 Malik ibn al-Abbas incursionó por el campo de Cartagena y los términos de Orihuela. Con un importante botín, su hueste quiso retornar a la posición de Vera por el interior murciano. Alonso Fajardo conoció de sus movimientos por sus espías, y dispuso sus tropas a la espera en el campo lorquino de Los Alporchones. El día de San Patricio los granadinos fueron derrotados en ese punto.
Lorca, como no podía ser de otro modo, desempeñó un importante papel en la conquista del sultanato granadino. Boabdil el Chico tuvo que establecerse en 1485 aquí, desde donde el rey Fernando de Aragón partió en 1488 a la campaña de Vera. La caída de Granada en 1492 no puso punto final a la condición fronteriza de Lorca, pues tras la guerra de las Alpujarras un buen número de moriscos granadinos se desplazó a su territorio. En 1601 el marqués de los Vélez denunció ante Felipe III su libertad para portar armas con la licencia de caballeros y regidores. Con su expulsión a partir de 1610 pasó a la Historia toda una época.
Víctor Manuel Galán Tendero.