JORGE JUAN, UN SABIO INGENIERO DE LA ILUSTRACIÓN.
“El año de (17)57 en que imprimió D. Jorge Juan su referido Compendio de navegación, se le mandó pasar a Almadén, a fin de remediar el daño que en aquellas minas estaba haciendo un voraz incendio de dieciséis meses que llevaba consumidas casi todas sus entibaciones y calcinada mucha parte de la misma piedra, en cuyos poros se crían o encierran los metales. Hízolo así por marzo de dicho año, y después de dar en Madrid cuenta de su comisión, aprobadas las disposiciones para extinguir el fuego y reparar las minas, se restituyó en el siguiente mes de mayo a Cádiz.
“Allí volvió a continuar sus entretenidas labores con increíbles tareas y vigilias, pues sin faltar a los deberes de su Compañía y Academia, en que se celebraron nuevos certámenes públicos, ni dejar de animar los frutos de la asamblea, proseguía como asunto separado su gran ya citada obra, investigando nuevos principios para ella, que tampoco adoptaba, si no se los comprobaba primero la experiencia.
“Así seguía D. Jorge Juan en Cádiz sus laudables tareas, cuando con ocasión de haberse roto en la primera prueba los dos diques de Cartagena, se le mandó pasar por abril de 58 a reconocer el daño y su causa, y tratar del remedio, que llevaba bien meditado y asegurado en su idea de lo mismo que convenía, pero a su arribo halló muy opuestos no solo los dictámenes de los superiores, con quienes se había de celebrar junta, sino los de todo el pueblo, y lo que es más, los de los mismos facultativos, suponiendo todos con Plinio la venida por allí de un río subterráneo, cuyo curso, que creían entonces impedido, sentaban causante de tan extraordinario rompimiento, y así pretendían atajarle con una bomba y zanjas del lado de tierra para que cerrando la embocadura de los diques con un cajón, se pudiera principiar y seguir dicha obra.
“Esto habrá puesto a D. Jorge Juan en notable embarazo, y acaso se hubiera imposibilitado el remedio si por fortuna, tratando separadamente a los ingenieros y al constructor, no hubiese logrado apartarles de aquella idea y atraerles a su dictamen, que en sustancia se reducía a desechar, como extravagantes, los temores del río subterráneo y consiguientemente los gastos inútiles de la zanja y bombas del lado de tierra; pues aun concediendo que de esta viniesen, como vendrían algunos veneros, nunca su caudal ni actividad podrían llegar a ser capaces de producir tanto daño, que debía provenir del mismo mar, que gravitando sobre las puertas y pavimentos de los diques era natural su empuje para ocupar los varios interiores de éstos hasta equilibrarse, añadiendo a estas razones las del propio peso de toda la columna sucesiva de las aguas del mar, demostrando en cuanto éste excedía a toda la resistencia de las puertas y pavimentos, aunque se les añadiera como apoyo el peso del navío que debían recibir para las carenas: de que quedaron unánime y plenamente satisfechos, y mucho más cuando a renglón seguido les declaró la idea de apartar las aguas del mar con un malecón de a dos hiladas de proporcionadas estacas, encepadas unas en otras a cola de Milano, terraplenando firmemente su intermedio, y que en el espacio interior, entre el malecón y los diques, más profundo que los pavimentos de éstos, se colocasen dos órdenes de bombas, capaces de elevar y extraer todas las aguas que indistintamente viniesen ya del mar o ya de la tierra, pues llamadas éstas con aquéllas a lo más profundo, se mantendrían enjutos los diques y podría hacerse la obra con libertad.”
Miguel SANZ, Breve noticia de la vida del excelentísimo sr. D. Jorge Juan y Santacilia… Edición facsímil de la Diputación Provincial de Alicante, 1985.
Selección y adaptación de Víctor Manuel Galán Tendero.