JAPÓN Y RUSIA VAN A LA GUERRA. Por Sergio Sánchez Martínez.
La guerra ruso-japonesa fue un conflicto bélico terrestre y naval en el cual Japón declaró la guerra a Rusia el 10 de febrero de 1904, dos días después de atacar por sorpresa la base rusa de Port Arthur; a lo largo de año y medio se desarrollaría una serie de combates terrestres sobre suelo de Corea y Manchuria así como marítimos en el Mar de Japón y en el Mar Amarillo; el final del conflicto se data el 5 de septiembre de 1905 con la firma del Tratado de Portsmouth.
Son varios y numerosos los factores que llevaron al estallido del conflicto, siempre dentro del contexto de la carrera colonialista de las potencias occidentales en Asia y del afán japonés por “catching up with the West” que había llevado al país a la Guerra Sino-Japonesa de 1894. La victoria en esta guerra hizo que Japón empezase a formar su propio imperio, algo que puso en guardia a las otras potencias. Rusia, que tenía sus propios intereses en Manchuria y Corea, rápidamente convenció a Francia y Alemania, en lo que se llamó la Triple Intervención, de persuadir a Japón para que devolviese a China la recientemente adquirida península de Liaodong por el bien de la estabilidad en la región.
Esto comportó un gran malestar en Japón, acrecentado a causa del auge nacionalista que la victoria sobre China había promovido, situación que se agravó cuando, en 1898, sólo tres años más tarde, Rusia consiguió que China le cediera la misma península de Liaodong, con lo que por fin podia contar con un puerto en el Pacífico lo bastante meridional como para no congelarse en invierno, Port Arthur. Dos años después, cuando ejércitos de diferentes países ayudaron a sofocar en China la llamada Rebelión de los Boxers, Rusia decidió no retirar sus tropas una vez terminado el problema y ocupar Manchuria, provocando así las protestas de Reino Unido y Japón, ambos con intereses en la zona y contrarios a que Rusia completase la construcción de su trazado ferroviario en Manchuria. El gobierno japonés inició una serie de negociaciones con Moscú, pero ante la imposibilidad de conseguir un acuerdo, el conflicto se hizo cada vez más cercano. Tokio firmó una alianza con Reino Unido en 1902, por la que se garantizaba la neutralidad británica en caso de una guerra con Rusia y su apoyo si una cuarta potencia se uniese a los rusos, esta alianza “marked the final and full ‘arrival’ of Japan in international society; it now became a player in world diplomacy” (Jansen 2000). Así, con la seguridad que este trato les proporcionaba, con más de la mitad de su presupuesto destinado al ejército desde 1897 y después de un nuevo fracaso de las negociaciones, Japón declaró la guerra a Rusia.
Las tropas japonesas cruzaron el río Yalu, en Corea, y avanzaron hacia Manchuria, donde tomaron la península de Liaodong y empezaron el asedio a la fortaleza de Port Arthur, que duró cinco meses durante los que el General Nogi lanzó ataques de forma continuada, sin reparar en las bajas que su ejército sufría, incluido su propio hijo, hasta conseguir la rendición enemiga. Dos meses después, en marzo de 1905, se conquistó Mukden, la capital de Manchuria. En el inicio de la guerra, Rusia había decidido enviar a la zona a su flota del Báltico que, después de un largo y accidentado viaje que duró meses y en el que prácticamente tuvieron que dar la vuelta al mundo, llegó por fin en mayo, aunque sólo para ser interceptada y hundida rápidamente por la flota del Almirante Tōgō. La guerra hasta este momento había causado un gran número de bajas y un coste económico difícil de mantener para ambos bandos, por lo que Japón pidió en secreto a Theodore Roosevelt, presidente de los Estados Unidos, que hiciera de mediador del proceso de paz. Así, ambos países firmaron el Tratado de Portsmouth y la guerra se dio por terminada.
Rusia había sido derrotada y Japón obtuvo varios importantes territorios en compensación, pero no recibió ninguna indemnización económica, lo que provocó un gran descontento en la opinión pública japonesa y acentuó el nacionalismo radical, “a new generation, fed less on the idealism of the early restoration than on the hysterical chauvinism of the latter, more bellicose period, began to make itself felt” (Buruma 2003), con una nación unificada que apoyaba a su ejército bajo el símbolo del emperador. La guerra marcó un punto de inflexión en el que Japón tuvo que decidir cuáles serían sus siguientes pasos, una vez habiéndose librado definitivamente del riesgo de caer bajo el control de las potencias coloniales.
Por lo que respecta a la reacción en el resto de países, el mundo entero quedó sorprendido ante la primera victoria de un país no-occidental sobre un país occidental, y se tomó definitivamente en serio a Japón, que había demostrado haber aprendido cómo una nación se convierte en una potencia. La victoria japonesa potenció sentimientos nacionalistas existentes en todo el mundo, especialmente en colonias y con más sentido aún en Asia, cambió la forma en la que los pueblos colonizados miraban a sus metrópolis.
Al mismo tiempo, se había asistido a un conflicto a una escala hasta entonces desconocida, que según prensa de la época “it had at last come to be a depressing burden upon the conscience of the world not easy longer to bear” (The Advocate of Peace, 1905). Motivos propios de su momento histórico, las ambiciones imperialistas de ambos bandos, con el matíz por el lado japonés de la búsqueda de la supervivencia, objectivo prioritario de toda potencia, se habían combinado con el potencial bélico que la tecnología del momento ponía a su disposición. De hecho, algunos autores como John W. Steinberg hablan de la Guerra Ruso-Japonesa como la “World War Zero”, afirmando que “the Russo-Japanese War conflict looked more like World War I than anything that had occurred previously” (2008). Ciertamente, se trató de un conflicto en el que todas las potencias estuvieron implicadas, aunque no de forma directa, sí mediante acuerdos o alianzas, ya fuera con Rusia o con Japón, y financiación.
Me gustaría destacar el gran impacto que tuvo en la sociedad occidental la victoria de Japón sobre Rusia, ya que apenas habían pasado 37 años desde que Japón modernizo su ejército, y el espíritu samurái de algunos de sus dirigentes, como fue el caso del General Nogi Maresuke y su mujer, ya que cometieron el Seppuku / Harakiri (suicidio ritual japonés), tras la muerte del Emperador Meiji y la guerra.
Por otro lado, y para concluir, decir que podemos ver claramente las semillas de lo que sería la Guerra del Pacífico, con la escalada nacionalista y militarista japonesa, su papel como autoproclamado líder de Asia Oriental, así como la desconfianza hacia el creciente poder de los Estados Unidos en la zona y los recelos por la forma en la que éstos habían conducido la situación durante la negociación del Tratado de Portsmouth.
Nota: El Camino del Guerrero ha sido malentendido. No es un medio para matar y destruir a otros. Aquellos que buscan competir y ser mejores unos que otros están cometiendo un error terrible. Aplastar, herir, o destruir es lo peor que un ser humano puede hacer. El verdadero Camino de un Guerrero es prevenir tal carnicería – es el Arte de la Paz, el poder del amor.
- Morihei Ueshiba (Alumno de Sōkaku Takeda, Fundador del Aikido, militar durante la guerra ruso-japonesa y la II Guerra Mundial)