ITALIA, EN LAS RUTAS DE ASIA.

27.03.2019 15:53

                Italia ha firmado con China un acuerdo para integrarse en la nueva Ruta de la Seda, con no escasa pompa y no menor resonancia. La inserción de los intereses económicos chinos en el espacio europeo causa recelos en otros Estados de la Unión, preocupados por la competencia de sus productos y los hipotéticos espionajes. Italia, sin embargo, lo ve de otra manera: logra fondos para sus infraestructuras y una mayor proyección a nivel mundial.

                Los italianos pueden invocar una larga Historia de contactos con el Extremo Oriente, que se remonta al imperio romano y a Marco Polo. Regresó este singular viajero a Venecia en 1295, tras una intensa estancia en la China dominada por los mongoles, y más allá de las maravillas que refirió en su celebérrimo libro, el principal valor de su empresa radicó en la integración de los mercaderes italianos en las caravanas asiáticas. Desde sus posiciones en Egipto y en el Levante mediterráneo, a raíz de las Cruzadas, consiguieron enriquecerse con el comercio de las especias orientales.

                Las conquistas de los turcos otomanos se han presentado tradicionalmente como las causantes de la ruina de tales intercambios, aunque Fernand Braudel ofreció hace años una visión más matizada de ello. Ni se quebrantaron los veteranos caminos del comercio ni los turcos los obstaculizaron de forma radical. En su opinión, más bien fueron las nuevas rutas europeas hacia las Indias las que hicieron perder interés por las mediterráneas, lo que favoreció la conquista otomana de Palestina y Egipto a comienzos del siglo XVI.

                Por aquel tiempo, los portugueses comenzaron a dominar el comercio de las especias. En 1504, su rey Manuel I fijó los precios de las mismas en su beneficio y las convirtió en su monopolio en 1506. Desde los Países Bajos a la península Ibérica, los portugueses desplazaron del abastecimiento de especias a los venecianos, tan presentes en el Mediterráneo Oriental. Para evitarlo, el Senado de Venecia ofertó infructuosamente a Portugal comprarle toda la pimienta que no requiriera para su consumo, a fin de revenderla luego. Así pues, en el tiempo del descubrimiento europeo de América, el Mediterráneo iba a dejar de ser el centro de gravedad económico del mundo, con el correspondiente perjuicio para los territorios italianos.

                Los vínculos entre el área mediterránea y la asiática, no obstante, no se rompieron. El comercio de otros productos continuó fluyendo, de lo que se aprovecharon los negociantes de la Europa atlántica. Las aguas del Mare Nostrum fueron surcadas por vizcaínos, bretones, normandos, ingleses, holandeses y hanseáticos, entre otros. Las sociedades en guerra del Mediterráneo no tuvieron empacho en comerciar entre sí, al modo de otros tiempos. Paralelamente, los portugueses tuvieron problemas para sostener su dominio en Asia, demasiado esparcido a lo largo de una cadena de puntos fuertes. Sus efectivos eran muy discretos y enormes las distancias a cubrir. Más allá de aquéllos, se extendían importantes poderes en el territorio asiático: el imperio otomano, Persia, la India de los mongoles o la China Ming. Los portugueses demostraron en Asia tanto coraje como los españoles en América, pero no lograron quebrantar aquellos imperios al modo de los aztecas e incas. Entre 1560 y 1563, los turcos cargaron con fuerza contra ellos, alrededor del mar Rojo.

                Las especias se encarecieron por entonces. Los franceses acudieron a una pimienta más barata en la Guinea, la malagueta, y los españoles hicieron planes que culminaron con el establecimiento en las Filipinas. Entre 1570 y 1573, los venecianos perdieron Chipre a manos de los turcos, a despecho de la victoria de Lepanto, pero todavía se mostraban comercialmente activos, al igual que sus competidores los genoveses, tan ligados al sistema imperial español de la época. Las naves de Venecia continuarían navegando hacia Levante en el siglo XVII y los buques del virreinato español de Nápoles llegarían a atacarlas. El declive económico italiano de los siglos XVII y XVIII se debió más a razones internas que a las variaciones mundiales de las grandes rutas mercantiles.

                Sin embargo, la explicación del desplazamiento tuvo gran reconocimiento por entonces y mucho después. En vísperas de la campaña egipcia de Napoleón Bonaparte, la República francesa quiso ganarse a los italianos con la promesa de restablecer el comercio de Oriente, arrebatándoselo a los británicos. A comienzos del siglo XXI, China ha dejado muy atrás los tiempos de la tutela extranjera, la desunión y el aislacionismo económico. Partícipe activa del auge del área del Pacífico, nuevo centro de gravedad mundial, China ha extendido sus brazos hacia Iberoamérica y África, desde donde enlaza con Europa. En esta ocasión, el nuevo Marco Polo ya no procede de Occidente. En el futuro, podrá tomar por Italia con frecuencia el camino hacia los Países Bajos, a través del eje central de la Unión Europea. En esta estrategia comercial de un mundo cada vez más global, España puede verse desplazada, algo que afectaría negativamente a los puertos de Valencia y Barcelona, entre otros. La Historia nos puede ayudar no solo a interpretar, sino también a adelantarnos a algunos movimientos.  

                Bibliografía.

                Braudel, F., El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, 2  vols. México, 1981.

                Cahen, C., Oriente y Occidente en tiempos de las Cruzadas, México, 2014.

                Víctor Manuel Galán Tendero.